La nueva Euroliga, además de que tiene bastante buena pinta, se presenta hoy con un aliciente añadido. Es la primera oportunidad que tiene el Valencia para demostrar que detrás de Villa, Silva y Mata hay un equipo, atendiendo a la revolución francesa anunciada ayer por Emery. También para demostrar, hablando del técnico, que el enfado por la convocatoria de Jordi Alba para el Mundial sub ´20 y su insistencia para meterlo ayer en el avión van en serio. No es preciso recordar que las rotaciones —aceptamos que son necesarias en este caótico calendario del fútbol— son buenas cuando se gana y malas si se pierde. El secreto está en la planificación, en la medida y sobre todo en no subestimar a ningún rival por inofensivo que parezca. No es el caso, dicen por aquí que mucho ojito con el Lille, que no es el Saint-Etienne ni el Marítimo de Funchal.

Mathieu, Mathieu

El francés, fichado para jugar de lateral izquierdo, dice que tiene alguna pequeña dificultad con el idioma, pero que no es excusa suficiente para justificar su ausencia en el equipo. Estamos de acuerdo. Y si lo fuera, habría que poner alguna solución más o menos compatible con los recortes presupuestarios. Mientras hoy no se entienda mejor con los contrarios, todo lo demás puede valer.

París, París

Hablando del país vecino, a veces las agencias de noticias lanzan teletipos y los colocamos sin pararnos a pensar demasiado lo que dicen. Por eso ayer publicábamos en SUPER que el Valencia lleva seis visitas seguidas a Francia sin perder. Craso error. Sin perder en Francia será contra equipos franceses, porque una final de la Liga de Campeones sí perdió en París el 24 de mayo del año 2000.

Carboni, Carboni

Amedeo Carboni participó ayer en la retransmisión del Inter-Barcelona de Canal 9 y no perdió tan inmejorable oportunidad para destacar las cualidades de Sneijder, el futbolista que quiso fichar del Ajax siendo director deportivo del Valencia hasta que perdió la batalla con Quique. Primero lo fichó el Real Madrid y ahora juega en el Inter de Milán, pero no hay duda de que a Amedeo el tulipán le sigue encajando en el perfil. ¡Qué tiempos aquellos!