"Peter lo ha vuelto a hacer. Nunca dejará de sorprendernos la frialdad de este señor de Singapur a la hora de tomar decisiones de altísimo riesgo como sin duda lo es echar en estos momentos a Marcelino García para traer además a Albert Celades, que tiene una trayectoria como seleccionador de categorías inferiores pero dirigirá por primera vez a un equipo de LaLiga como máximo responsable. No es Gary Neville, pero es inevitable que genere muchas dudas. En sus manos, y en las botas de los futbolistas, está ahora todo lo que han montado otros. Nunca se tenía que haber llegado hasta aquí. Lo mismo que Marcelino podía haber gestionado mejor su relación con el máximo accionista, Lim pudo haberse contenido para evitar esta situación de emergencia por mucho que el destino del entrenador estuviera ya escrito. Ahora solo queda sacar esto adelante como sea. Mucha suerte, Albert. La necesitas». Esto lo escribí el 11 de septiembre pasado, el día que el máximo accionista del Valencia CF decidió dar un volantazo que nos dejó a todos atónitos.

En aquel momento todo parecía venirse abajo pero durante algún tiempo ellos -jugadores y entrenador- nos hicieron creer que lo lograrían, a base de méritos devolvieron la estabilidad y los resultados, nos hicieron vibrar con partidos de altísimo nivel, en el club hasta se jactaban de haber acertado con la decisión, pero a poco que se fueron cayendo tres o cuatro futbolistas de los importantes de verdad las vergüenzas han ido quedando al descubierto. Quizá no le ha acompañado la suerte a Celades sobre todo con el tema de las lesiones, al menos las que no hayan tenido que ver con sus decisiones, pero hoy el equipo no da para más o esa es al menos la sensación que transmite, y el cuerpo técnico tampoco.

Panorama complicado cuando a estas alturas, con la excepción de ese refuerzo de segunda fila que puedan traer para la defensa, las posibilidades de mejorar están casi todas ahí dentro. Por eso sorprenden las palabras del capitán analizando uno a uno los errores individuales en los goles de la Real, cuando él es el primero que ha de esforzarse por mantener la unidad en el vestuario. Todavía no está todo perdido, aunque el riesgo de fracaso es mucho más alto tras cada partido y el entrenador está cada vez más solo, lo que quiere decir que tiene más números para equivocarse.