Descripción

Una reflexión visual sobre las manifestaciones religiosas de la península Ibérica.

Koldo Chamorro empezó en 1974 «El Santo Christo Ibérico», un gran proyecto monográfico para reflexionar visualmente sobre los diferentes aspectos de las liturgias y manifestaciones religiosas de la península Ibérica, así como sobre la presencia de la cruz cristiana en nuestro paisaje social.

Koldo Chamorro entendió, en los últimos años del franquismo, que había unas ciertas manifestaciones religiosas, fiestas populares y rituales que se encontraban en tráfico de desaparición, porque la agonía de la dictadura las llevaría presumiblemente al olvido, y por el avance de las nuevas tecnologías y de la futura globalización. Sin embargo, no trató de preservar fotográficamente este patrimonio supuestamente moribundo, sino que quiso elaborar un profundo análisis social que mostrara las contradicciones de una España lastrada por el atraso y el oscurantismo, pero que se veía arrastrada hacia la modernidad, a través de una mirada profundamente personal y con un estilo inconfundible.

El «Santo Christo Ibérico» se organiza siguiendo las estaciones del vía crucis, que marcan el ritmo de una estructura narrativa milenaria. El autor lo dio por finalizado al celebrarse el jubileo católico del año 2000.

Koldo Chamorro (Vitoria-Gasteiz, 1949—Pamplona-Iruña 2009) es nuestro fotógrafo decisivo. Su patria era el reportaje fotográfico, entendido como la forma más completa, arriesgada y pertinente para habla de la vida de las personas.

Vivió la infancia y adolescencia en la colonia española de Guinea Ecuatorial. De formación fotográfica autodidacta, fue miembro del grupo de fotografía de vanguardia Alabern (Barcelona) y de Minority Photographers (Nueva York). Desde los años 70 documenta junto con otros fotógrafos de su generación la España que afrontaba los últimos años de la dictadura franquista.

En sus innumerables trabajos, después de más de cuarenta años de ejercicio profesional, Koldo Chamorro se ocupó de múltiples cuestiones sobre las estructuras sociales, la religión, las fiestas, los bueyes, el cuerpo, el sexo…

Sus fotografías no se agotan en una primera lectura. Nos interpelan, nos desestabilizan y nos inquietan, son pequeños laberintos donde cualquier camino es posible, donde reina la ambigüedad y el juego, donde hay muchas preguntas y pocas respuestas, y dónde, como él tanto le gustaba recordar citando el Tao-Te Ching, «El visible hace la forma; el invisible le da el valor».

Fue un contador de historias. Curioso, empático, imprevisible, crítico implacable, observador, generoso, tenaz, apasionado, minucioso, inconformista, buen conversador, travieso, vitalista, exigente, muy cariñoso. Voló libre como fotógrafo en unos años en que los lastres de este país eran abundantes y parecían eternos. Su compleja mirada nos habla de nosotros mismos.