'Todos lo hacen': un cadáver a los postres

Entre el vodevil, la comedia negra y las intrigas criminales tipo Agatha Christie funciona este segundo largometraje de Martín Cuervo. Cuatro años después de celebrarse sus bodas en un rústico hotel, tres parejas y una mujer que ha enviudado son invitados en el mismo establecimiento a pasar un fin de semana invernal. Dos de estas parejas siguen juntas. La tercera pareja se ha separado, pero, como dicen ellos mismos: "Estamos aquí porque es gratis". El propietario del hotel les chantajea, aunque poco importa esta especie de ‘Macguffin’, ya que es hallado muerto al día siguiente.

La trama se desenvuelve según lo previsto. Todos y todas son sospechosos del crimen. Tienen motivos suficientes para haberlo cometido. Llegan dos guardas forestales (madre e hijo), pero el cadáver ha desaparecido. A medida que avanza el relato vamos sabiendo más cosas de las distintas parejas mientras intentamos descubrir qué ha pasado realmente. El suspense, teórico, se mezcla con el gracejo cómico de intérpretes como Julián López, Pablo Carbonell (el finado) y Toni Acosta. Además de Christie, la influencia llega también de las recientes andanzas del detective Benoit Blanc en la saga de ‘Puñales por la espalda’ y de un filme de 1976 que, con el paso de los años, gana en influjo, ‘Un cadáver en los postres’, en el que Truman Capote era quien invitaba a los demás para ser asesinado a las primeras de cambio.