Netflix ha completado con éxito la primera travesía de uno de sus nuevos buques insignias con los que surcar las turbulentas aguas del streaming. El rey de los piratas se ha sentado en el trono para iniciar un largo reinado. Monkey D. Luffy y su tripulación de piratas a la búsqueda de un legendario tesoro han llegado para quedarse. One Piece ya ha sido renovada para una segunda temporada y, según la plataforma, es ya una de sus series más vistas, alcanzando los niveles de grandes pelotazos como fueron Stranger Things y Miércoles. La nueva serie adapta a imagen real el manga que ostenta el título de ser el más leído de la historia y que acumula ya más 500 millones de ejemplares vendidos, mientras que su adaptación en anime supera ya el millar de episodios, en una historia para la que no se vislumbra el final, ni parece estar dando síntomas de agotamiento. Sólo con los fans del anime había base más que suficiente para que la serie fuera un éxito, pero es que también es una perfecta puerta de entrada para ese público nuevo al que la longitud de la historia original le daba un poco de pereza tener que ponerse al día antes de entrar.

Netflix no lo tenía fácil. La plataforma viene de haberse pegado otros batacazos con adaptaciones de grandes éxitos del anime. Así le ocurrió con la hoy olvidada película de Death Note de 2017 y que aspiraba a poner los cimientos de una nueva franquicia de éxito, pero que acabó decepcionando a todo el mundo. Más reciente es el batacazo de Cowboy Bebop cuya cancelación se anunció a los pocos días de haberse estrenado en la plataforma, sin ni siquiera esperar a que las cifras remontaran. Con este historial, One Piece tenía todos los números para convertirse en otro ejemplo más de esta lista de los despropósitos. La propia Disney lleva años emperrada en hacer adaptaciones de imagen real de algunos de sus grandes éxitos de animación, logrando versiones mediocres de lo que eran grandes clásicos y que consiguen generar algo de ruido cuando cambian la raza de alguno de sus personajes. ¿Había algo más innecesario que la versión de imagen real de El rey león?

Vengo de una generación cuya primera aproximación al anime fueron esas adaptaciones niponas de Heidi y Marco aquellas sobremesas de los sábados en los tiempos en que sólo estaba la televisión pública. Esa misma generación que se vio impactada por Mazinger Z y que se indignó cuando la censura la acabó retirando de la parrilla. Entrado ya en la veintena me sorprendí enganchado por el boom de Dragon Ball (por cierto ya que hablamos de infames adaptaciones de animes a imagen real, Evolution puede que sea una de las peores de la historia) y de vez en cuando siempre intento disfrutar de algunas de las grandes series del género, pero reconozco que todavía hay muchas lagunas en lista de títulos pendientes. Con Naruto voy a mi ritmo y poco a poco en Netflix (nada que ver con Dragon Ball, por cierto) y siempre había tenido curiosidad por One Piece. El largo listado de episodios era algo que hacía que nunca viera el momento. Los interesados la tienen de momento en Crunchyroll, la gran plataforma de anime en streaming, pero yo no descartaría que, dado el éxito alcanzado, aparezca pronto por el catálogo de la gran N. La adaptación de Netflix era la oportunidad perfecta para sumergirme en ese amplio universo. Algunos momentos de los dos primeros episodios pueden echar un poco hacia atrás a los recién llegados que no terminan aún de entender las reglas de lo que está viendo. Pero a partir del tercero, la serie consigue que uno se meta ya completamente en la historia y esté deseando saber a qué nueva aventura se van a enfrentar los protagonistas.

No es una serie para todo el mundo. No me atrevería a recomendarla a todo aquel al que el mundo del anime y el manga no le interese nada. Pero, como decía, todo es entrar. En la otra cara de la moneda, estaba el riesgo de que los fans de la serie original pudieran sentirse traicionados si veían que la adaptación no lograba la suficiente fidelidad a la obra original. Y ya sabemos por otras franquicias que hay un fandom altamente tóxico. Lo que funciona en la animación no tiene por qué funcionar en su traslación a la imagen real. Un obstáculo que pareció quedar superado cuando el propio Eiichiro Oda, creador del manga, no sólo le dio todas sus bendiciones, sino que se implicó en el proceso de producción.

Netflix ha puesto toda la carne en el asador con un presupuesto de 144 millones de dólares, 18 millones por episodio. Costes de producción muy por encima de los de la mismísima Juego de Tronos, hoy por hoy ejemplo de lo que es una superproducción televisiva. Un dinero que se nota en el empaque visual del producto, ayudando a sumergirnos en un singular universo de ficción en el que tenemos un fascinante nuevo mundo que explorar.

El título que da nombre a la serie es como se conoce a un tesoro legendario, enterrado hace siglos por el rey de los piratas, Gol D. Roger. Antes de ser ejecutado, en un discurso durante sus últimas palabras, animó a todo el mundo a que encontraran su tesoro. Así que buena parte de la humanidad se embarcó con la esperanza de hallar en alguna isla del Grand Line los cofres con la ansiada recompensa que les convertirían en sucesor del título.

Al escuchar que es una historia de piratas, es inevitable que lo primero que a uno se le venga a la cabeza sea la saga de Disney Piratas del Caribe en la que Johnny Depp interpretaba al capitán Jack Sparrow, pero nada de eso. El manga se publicó años antes de que esta otra superproducción se estrenara. Más bien, las influencias habría que buscarlas en el videojuego Monkey Island salido de la factoría de George Lucas en los años 90. De hecho, el nombre del protagonista Monkey D. Luffy es una referencia más que obvia a esta otra saga. El capitán Luffy es casi como Guybrush Threepwood, un pirata de buen corazón para quien embarcarse enarbolando la bandera de la calavera es una divertida aventura en busca de la libertad. La mayor diferencia es que mientras que Threepwood es más bien torpe, Luffy es un líder a quien seguirías sin dudarlo. Puede ser ingenuo e inocente, con frases tipo "lucha por tus sueños" que parecen sacadas de un libro de Paulo Coelho, pero no tonto. Y luchará hasta la muerte por proteger a sus amigos sin importar si se pone en peligro. La elección de Iñaki Godoy para interpretarlo choca al principio. Quizá no me lo imaginaba así. Pero el joven actor consigue que lo acabes viendo como Luffy.

Ataviado con un sombrero de paja, calzado con sandalias y vestido con unos pantalones arremangados casi hasta las rodillas, otra de sus características principales es que es capaz de estirarse como un chicle. Como salido de una película de superhéroes. Al igual que los piratas a los que se enfrenta, algunos con poderes temibles, que parecen sacados de la galería de villanos de Batman o Spiderman. Hay uno que me recuerda al Joker y otro que tiene cara de tiburón. Sólo que en lugar de estar en un ambiente urbano, nos encontramos en alta mar en un tiempo y lugar totalmente imaginarios. Como la Tierra Media de Tolkien, los Siete Reinos de Juego de Tronos o la galaxia muy lejana de Star Wars.

One Piece es aventura en estado puro. De esa serie para ver en familia y en la que he encontrado lo que pensé que me daría Nuestra bandera significa muerte. Pero no conseguí conectar con el humor de la telecomedia de piratas apadrinada por Taika Waititi en HBO. Y eso que, en aquella, las referencias y homenajes a Guybrush también eran más que evidentes. Su protagonista era un terrateniente llamado Stede Bonnet que en la crisis de la mediana edad dejaba su familia, su mansión y sus riquezas para ser capitán de los piratas. Tan torpe como Guybrush, por cierto, y algo más entrado en años.

A lo largo de toda este primera temporada, hemos visto cómo Luffy reclutaba a su tripulación, conociendo las historias pasadas de cada uno de elos y cuáles son sus motivaciones. Se nos ha ido presentando la galería de villanos. Algunos ya han sido derrotados. Otros están a un nivel muy por encima al que tienen nuestro protagonistas, por lo que deberán seguir entrenando para poder superarlos. Mientras, los viejos enemigos del pirata del sombrero de paja van formando alianzas para tomarse su revancha. Hemos asistido a la colocación de los cimientos de una gran construcción que aspira a convertirse en una de las grandes franquicias de Netflix. La audiencia cosechada le augura una larga vida, aunque quizá no tan larga como la de sus precedentes animados. Pero la intención es que sea una aventura igual de fascinante.