Ha sido el Levante quien le ha dado rosca al debate más importante de su historia. Nos encontramos ante un escenario en el que no toca imponer sino respetar todas las opiniones, comisionen en la venta o no y prefieran un Ciutat con 2.000 que con 20.000. Personalmente siempre he desconfiado de las OPAS hostiles y de los manás de quienes aportan como mejor garantía su condición de millonarios, especialmente si me cuelan que será graciosamente a cambio de nada. Nunca he pensado, sin embargo, que fuese lo más idóneo alargar la interinidad del modelo actual y cerrarse en banda a nuevas fórmulas de crecimiento. Mi opinión: sí a la ilusión, pero no a cambio de venderse al primero que diga Tebas. Y jamás de los jamases sin conocer los términos reales de la oferta, lo que viene siendo la letra pequeña. Sí, esa que suele taparse bajo la excusa de la confidencialidad y el filtro de quienes manipulan para hablar sólo de las maravillas. Me huele a chamusquina una oferta que ha llegado a través del presidente de la Liga y KPMG, la consultora a la que Bankia encargó colocar el Valencia CF. Ambos, por cierto, del círculo de Quico. Y no me gusta que sólo se hable de la pasta y de que seguirán al frente los mismos, algo que no es nada baladí como pase y salvo aunque muy difícil de contractualizar, casi tanto como igualar a Manolo Salvador con una estrella como Steve Nash. Al fin y al cabo, confundir churras y merinas.

De Robert Sarver a Peter Lim

El Levante, en efecto, no está en venta ni necesita que nadie lo rescate. Desde esta óptica la oferta de Sarver es insuficiente, aun reconociendo que 56 millones son muchos, incluso para un club con una deuda encarrilada (siempre y cuando esté en Primera). Los pro-venta apelan estos días a la Premier, donde hay ejemplos como el Chelsea y el Manchester City que han cambiado su destino, pero se olvidan de otros como el Portsmouth, el primero de la historia en Inglaterra en suspensión de pagos tras la estafa de un jeque. He ahí el nudo gordiano del debate. Porque esto puede salir mal y resultar el tal Sarver otro millonetis caprichoso, pero también puede ser la oportunidad de crecer para un club que igual tocó techo con su histórica participación en Europa. Es muy humano ponerse golosón con la hipótesis, según manifiestan los más optimistas, de hacerle sombra al Valencia, de cuyo modelo actual de negocio con Peter Lim tanta sorna se ha hecho en Orriols.

Mucha cláusula de garantía

Hay que estudiar las garantías, imponer una opción de recompra y dejarlo bien atado para que la oferta no resulte un engaño. Todo debería hacerse con la mayor transparencia, por escrito y grabado, asegurándose de los beneficios y sin dejar en el aire posibles riesgos. Eso sí, el lema de que el Levante para los levantinistas, tampoco. La venta de acciones ha sido un fracaso, pese a haber limitaciones y a que el club sabrá porque nunca le puso énfasis. Pero ni aun en los momentos más dulces se creció como tocaba, ésa es la realidad.

Personas antes que acciones

Quico se abstiene, una postura en la que unos verán cinismo y otros honradez según interpreten si negociar implica o no una voluntad de vender. Si el traspaso fracasa, el presidente obtendrá la legitimidad que pese a su gestión nunca ha tenido por ponerlo a dedo el político de turno (Cristóbal Grau, para más señas). Si se consuma, seguirá a plazo corto y manejando más dinero. La idea de que es un éxito que un americano haya venido aquí a mí no me dice nada. Sarver negociaba con el Getafe, que no es buen ejemplo, y miró ocho clubes más. Que decidan los levantinistas qué es lo mejor, eso por supuesto. Pero las personas, no las acciones.