El PP quiere "devolver golpe por golpe"

Sánchez lo tiene tan difícil para gobernar como Feijóo para sobrevivir a una masa beligerante que se aburre con su verborrea

Matías Vallés

Matías Vallés

"Pedro Sánchez, a prisión" fue el clamor que interrumpió el discurso desastroso de Isabel Díaz Ayuso, enfurruñada por su papel de comparsa cuando se cree la autora única de la concentración masiva de Madrid. Las apuestas subieron al corear "Pedro Sánchez, hijo de puta" durante la intervención todavía más inerte de Núñez Feijóo. El insulto al presidente del Gobierno era menos significativo que la exigencia al líder del PP convocante de que elevara su combatividad, para ponerse a la altura de la reivindicación.

El PP quiere "devolver golpe por golpe", quizás una imagen excesivamente física en labios deAyuso. Unida a la insistencia de Feijóo en que "ganaremos esta batalla", aunque guerree por "la razón", la derecha coloca a los ciudadanos en la tesitura de elegir el golpe que quieren recibir, que no es exactamente el "golpe a golpe" machadiano. La resolutiva Ayuso se ofrece a que "nosotros nos encargaremos", sin percibir que aquí puede radicar precisamente el problema para las otras Españas.

La mezcla de fervor y furor de las manifestaciones en todo el país demuestran queSánchez lo tendrá muy difícil para gobernar en estas condiciones. Sin embargo, los pueriles parlamentos del PP madrileño también reflejan que a Feijóo le costará sobrevivir a una masa beligerante, que se aburre con su verborrea de imitador poco dotado de Tierno Galván.

Ríanse de un fondo buitre, por comparación con la hipoteca que Puigdemont le ha arrancado a Sánchez. Con todo, el PP tampoco era el propietario de la muchedumbre de Sol y demás capitales, compartida o absorbida por Vox. En la frase gráfica deSantiago Abascal, un testimonio relevante dado que hubiera sido vicepresidente de un Gobierno de derechas, "éste es nuestro sitio".

El también hipotecado o hipotético Feijóo, que escamoteó cualquier cita a Vox precisamente porque está uncido a su yugo, no habló para unos congregados que reclamaban mayor agresividad. Condujo a la audiencia a algo muy parecido al estupor, cuando elogió a los independentistas catalanes que "al menos van de cara, llaman a las cosas por su nombre, exigen la independencia y el referéndum". Allanando el futuro pacto con Junts.

En su momento de mayor gloria callejera, que no parlamentaria, el PP se muestra desorientado. O no sabe canalizar el descontento que ha generado, o teme la reacción de la España soliviantada cuando descubra que Puigdemont no merecía tanta atención, y que la prisión de un prófugo no bastará para salvar el país por el que ha descubierto una inusitada devoción.

Para valorar las decepcionantes prestaciones de los anhelados Ayuso y Feijóo por este orden, Almeida se erigió en el orador mejor acompasado a las vibraciones de la masa. Fue presentado como "el alcalde de España", por si existiera alguna duda sobre el modelo de país que tiene el PP. El primer ciudadano deMadrid se mostró más afinado que un Feijóo sumido en vaguedades del estilo de «su proyecto es él y nada más que él", que endosa a Sánchez cuando es la definición de cualquier gobernante. O que pronuncia un «él lo hará», que le obliga a corregirse en "él no lo hará". O que empieza la palabra "lib..." propia de la derecha, hasta que se enmienda en "igualdad", porque los conservadores se ha hecho de izquierdas en el eje libertad/igualdad de Norberto Bobbio. En cuanto al enigmático "da lo mismo perder que ganar", ni el propio Feijóo sabría desentrañar su nihilismo inmanente.

Sería excesivo plantearle al PP cómo se explica que los católicos del PNV y los ateos de Sumar se hayan unido para evitar precisamente que Feijóo/Abascal asuman las riendas del país. En todo caso, Cuca Gamarra tiene la respuesta porque sabe que los partidarios del PSOE tampoco quieren la amnistía. Ay de los partidos que conocen mejor a los votantes ajenos que a los propios, porque la investidura a trompicones deSánchez es la herencia del fracaso por insuficiencia de Feijóo/Abascal el 23J, culminado en la derrota de Feijóo a solas en la investidura.