Opinión

Álex Zahínos

Flipao

El vitalismo de Sergi Canós reconforta en tardes de penitencia e invita a seguir su aleteo

Sergi Canós disparando a portería frente al Getafe

Sergi Canós disparando a portería frente al Getafe / F. Calabuig

Andaba el equipo tan errático que nos pusimos a investigar el calendario, por si se trataba de uno de esos duelos que sobreviene en los aniversarios de una tragedia. Comprobamos que, efectivamente, el abril de 2023 dejó algunos horrores con mimbres de trauma. Aquel partido contra el Sevilla, por ejemplo, en el que Del Cerro Grande improvisó un homenaje al dadaísmo arbitral, y después, con el 0-2, hasta nuestra exótica grada plagada de turistas llegó un runrún de invasión de campo, de soñar que teníamos suelo y debía de ser el propio césped de Mestalla.

Aquella primavera febril afloró de nuevo contra el Betis. Se ensombreció el Gol Xicotet, la gente maldecía entre dientes. Dejamos de pensar en Europa y regresamos a nuestra condena en Singapur. El tipo de al lado masculló, tras una pérdida de balón de Javi Guerra, si no había un chaval de la cantera que lo pudiera hacer mejor. Así de rápido están creciendo los chicos que mandaron hace un año a Vietnam o así de confusos estábamos todos el sábado, hasta que saltó un tipo al campo, Sergi Canós.

Hubo un córner a favor del Valencia, probablemente la acción de ataque menos peligrosa de cuantas se anuncian hoy en el fútbol de élite. El portero despejó el balón de nuevo por la línea de fondo y entonces, ante el desconcierto general, se rebeló Canós, braceando como un loco hacia el público. Está flipao, soltó mi hermano. No lo dijo como un desaire, más bien con admiración, mientras nos levantábamos del asiento agitados por la cólera del delantero. Después sucedió casi todo, el penalti y el empate y el conato de remontada. Todo nació del aleteo de Canós, eso quisimos interpretar. A la siguiente jugada se tiró a regatear a tres defensas a la vez, porque mucho de lo que hace obedece a la lógica de un flipao de esos que te arrastran hacia las hazañas más absurdas. En verano apuntaba maneras, cuando doblegó la racanería de Lim para venir a Valencia. Ya aquí, sus mejores acciones han sido las de un optimista ciego: un pase con el exterior que dibuja el Turia buscando el gol, un martillazo a la escuadra desde el margen del área en el que se falsean penaltis. 

Su temporada ha estado bacheada de lesiones y, cada vez que reaparece, lo celebra con arranques de entusiasmo, sea cual sea su papel en la función. Ese vitalismo reconforta en tardes de penitencia e invita a seguir su aleteo inconformista, a fliparnos un poco.

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