Te lo diré también en valenciano. Moltes gràcies, Unai. Gracias por tu fútbol valiente, aunque no siempre coherente. Y por haber sido desde el primer día hasta el último un hombre de club sin tener nunca el suficiente respaldo del club. Te vas después de cuatro años sin haber conseguido el respeto de muchos de los que viven del futbol, pero a lo mejor te llevarás el aprecio de algunos de los que viven el futbol.

Has mantenido siempre, a lo largo de tu dilatada estancia en nuestras tierras, al equipo en la elite, tres años seguidos en la Liga de Campeones pese a una cruel aunque necesaria sangría de futbolistas, eso sí, casi nunca compensada por una aportación acertada de nueva linfa. Eso, claro, salvo contadas excepciones.

Una de las faltas que se te imputan es la de no haber sabido implicar y motivar a la plantilla en estos últimos tres meses, olvidando que celebrar comidas omitiendo tu presencia te hacía imposible cumplir con esa incumbencia. Porque ese acto semiclandestino, más que poco respetuoso hacia tu persona, fue sobre todo poco responsable hacia la entidad. Quitarle el timón de las manos a quien todavía se pretende que sea un buen capitán del barco, a pocas millas de entrar en puerto, es poner en peligro la integridad del propio barco.

Unai, como seguro que has analizado todos tus errores y has aprendido mucho de ellos, quédate con lo bueno. Has tenido el privilegio de entrenar a uno de los grandes siendo todavía muy joven, y has podido disfrutar por cuatro años de una bella ciudad y de una magnífica afición. Y seguramente podrás en tu futuro rentabilizar el prestigio que conlleva haber sido entrenador del Valencia CF.

Muchos valencianistas te deseamos lo mejor. Ojalá puedas seguir creciendo para entregar a los fríos moscovitas algunos de esos títulos que no has podido regalar a los más viscerales valencianos. Agur, Unai.