Igual es porque soy joven en esto del periodismo, pero nunca me sentí tan humillado por mi propio equipo en un estadio de fútbol. Ni yo, ni los cincuenta valientes que estaban en La Rosaleda, ni los miles de aficionados que lo sufrieron desde la televisión de su casa. El valencianismo no merecía este desprecio. El Valencia no existió. Literal. No creía en lo que hacía. No lo ha hecho en toda la temporada lejos de Mestalla. Si se fue duro con Emery porque el equipo se acomodaba con el marcador a favor, lo justo ahora es denunciar este relajamiento indecente lejos de Mestalla. Donde nadie silba, ni critica, donde parece que todo se olvida ganando otra vez en casa. Así no, Valencia. Eso se llama jugar con el sentimiento de la afición. ¿Vieron las caras de los aficionados que viajaron a Málaga? Yo sí. Sonrojadas, atónitas, tristes, dolidas y cabizbajas. ¿Viajarán otra vez?, me preguntaba yo. También a mí se me quedaba cara de tonto cuando me preguntaban periodistas locales. Así no, Valencia. Por primera vez en mucho tiempo, el orgullo se había convertido en vergüenza.

¿Tan mal está Albeda?

Fue un milagro que el Valencia se fuera anoche de La Rosaleda perdiendo solo por cuatro goles. Debieron ser más. ¿7-0?, ¿9-0?, ¿9-0? Fue un despropósito. Lo mejor fue el resultado. Me río por no llorar. Pobre, sin alma, ni fe, ramplón, plano y sin confianza. Se echaban de menos tantas cosas ayer en La Rosaleda. Empezando por la personalidad. No puede ser que nadie levante la voz una noche así. Soldado estaba en casa, imagino que dándose cabezazos contra las paredes, pero€ ¿y Albelda? ¿Tan mal está para no jugar ningún minuto después del desgaste que supuso el empate ante el Bayern? Vi a demasiados jugadores entregando su suerte al fútbol y a la puntería del Málaga. Como queriendo que se acabara este suplicio. Así no, Valencia.

Y para colmo, Isco

Para colmo la afición tuvo que sufrir el talento de Joaquín y, sobre todo, de Isco. Cada vez que el malagueño hacía una de sus filigranas, recuerdo el sombrero sobre Guardado y Tino que puso en pie a La Rosaleda, se encogía el corazón de los aficionados. ¿Qué más podía pasar para que la noche fuera más triste? Que nuestra propia afición, fruto de la desilusión y la nostalgia de ver al ´Pisha´, se levantara a aplaudir a Joaquín cuando fue sustituido en medio de una atronadora ovación. O que Rami perdiera los nervios y se autoexpulsara. O que La Rosaleda se burlara del Valencia en forma de ola. El único consuelo es que Isco no había marcado. Pues ni eso...