Muñiz no fabrica titulares, pero de las cosas que dice en las entrevistas te acabas acordando por la sencilla razón de que se cumplen. Y a las personas que van con la verdad por delante se las respeta. Una de esas verdades, por ejemplo, es que antes de entrenador él es «persona». En los siete meses que lleva en València es algo de lo que dan fe en el club y en el vestuario, donde el asturiano se comporta como si llevara toda la vida, sin estridencias ni poses para la galería. Muñiz se siente a gusto en su hábitat, con el chándal puesto, la barba sin recortar y repitiendo machaconamente la palabra «equipo». Por mucho que le insistan en sus bondades de cara al escaparate, lo del postureo y el marketing no va con él. Llegó con un discurso humilde y tras una primera vuelta de escándalo no es que lo mantenga sino que todavía es de perfil más bajo. Tiene mucha pinta de que el Levante va a tener míster para rato. Un técnico a medida, un hombre de palabra que se ajusta a lo que tiene y le saca partido.

liderazgo desde el banquillo

A la hora de planificar plantillas como la del Levante hay que decidir si el liderazgo recae en unos futbolistas concretos, veteranos con galones, o en la figura del entrenador. Y en este sentido, escogiendo a Muñiz lo cierto es que Tito y Carmelo dieron en el clavo. Tal y como está montado, y así lo reconoce él en una de esas reflexiones que no dan para un titular, los jugadores son los protagonistas y el entrenador un «colaborador» que por encima de todo debe ser «justo». Alguien también preocupado en que ese equilibrio personal no se rompa dentro de la caseta. Por eso ha insistitido tanto en la calidad humana del futbolista que tenga que relevar a Rafael. Salvo sorpresa será Juan Muñoz, un delantero que todo sea dicho no es que vaya a salir del Real Zaragoza a hombros.

todos sufriendo por morales

Hablando de personas, una a las que más ha cuidado Muñiz es a Morales, al que se ha resistido a sentar hasta el último partido de la primera vuelta. Obligado como «colaborador» a ser «justo» no le ha quedado otro remedio. Pero la suplencia del madrileño, en absoluto un castigo, puede servirle de ayuda. Al menos para liberarse de esa responsabilidad añadida que el Comandante se ha cargado a cuestas. El respaldo del Ciutat el último día y el respingo generalizado en el banquillo cuando el balón dio en el poste no dan para un titular pero sí que hablan de ese clima solidario que se ha conseguido. Otra de las cosas que Muñiz dijo y se han cumplido.

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