"Sábado 7 de octubre. Mi marido abre el buzón y recoge un correo certificado dirigido a Josep, nuestro hijo. Nos miramos. En el remitente leemos “Deputación”. El certificado, pues, ha llegado desde Galicia, de la tierra de la que no volvió Josep, porque uno de esos conductores que ejercen impunemente la violencia vial le robó la vida en una curva cuando se dirigía, seguido de su padre, a Santiago de Compostela. Y solo se me ocurre que, aunque nos notificaron que habían tirado a la basura su cazadora de motero, sus botas, el cinturón que le habían dejado los Reyes Magos, seguro que se habían equivocado y habían encontrado las pertenencias de Josep, de nuestro hijo.
Así que hoy [por el lunes], día 9 como aquel fatídico 9 de agosto, el padre de Josep, mi marido, ha ido a recoger la carta, previa llamada para informarse de cómo hacerlo: libro de familia y ese documento en el que está escrito lo que yo nunca he querido leer. Ha recogido la carta y me ha llamado.
La carta no era una carta. Era una factura: la factura que nuestro hijo debe pagar por “la asistencia y limpieza de vía tras accidente entre vehículo y moto… 3h y 22 min. Fecha 09/08/2020. HORA:14:15”. Lo que nunca quise leer…a las 14:15 Josep ya no estaba con su padre y mi marido ya no estaba con nuestro hijo…Nos mataron aquel día. Asier G.S. lo hizo.
Pero no es suficiente morir una vez. La segunda muerte llegó de la mano del sistema judicial antes, durante y después del juicio: en el juzgado número cuatro 4 de A Coruña nos torturaron echando sal en unas heridas para siempre abiertas.
La tercera muerte llegó con la sentencia, aunque esperada, no menos dolorosa: dos años de cárcel sin cárcel para el homicida, 0 euros de multa y retirada de permiso que se hizo efectiva hace tan solo dos meses. Y Josep tuvo que pagar su parte de las costas del juicio.
Y hoy [por el lunes] la muerte llega de la mano de la administración, que ha cometido un error que nos ha hecho retroceder al punto de partida. Nos han partido otra vez el corazón".