Cuando Pako Ayestarán, expreparador físico del Valencia CF, tomó las riendas del Maccabi de Tel Aviv en agosto nunca pensó que haría historia no solo en el palmarés del club sino en Israel, donde ha conseguido un hito al lograr el primer triplete que consigue un equipo de fútbol.

Tanto él como la dirección del propio club se habían marcado otros objetivos más modestos, pero finalmente culminó el miércoles la mejor temporada de su historia al ganar la Copa del Estado de Israel, tras haberse llevado a casa la Liga nacional y la Toto Cup. "Llegué a finales de agosto al Maccabi y esto ha sido como un parto, pero con trillizos", aseguró a Efe el entrenador, aún sorprendido por tan feliz alumbramiento.

Este guipuzcoano de 52 años y que en sus inicios fue ayudante de Rafa Benítez en Osasuna, Extremadura, Tenerife, Valencia, y Liverpool se muestra complacido por los laureles del triunfo, pero sobre todo, "muy satisfecho por la sensación de responsabilidad cumplida".

Sobre cómo ha transformado un potencial en apariencia sin opciones de conseguir tamaña hazaña en un equipo competitivo que ha sabido ganar cada uno de los trofeos del ámbito nacional, Ayestarán cuenta con una clave sencilla pero efectiva.

"Inicialmente, lo primero que haces cuando llegas a un nuevo club es valorar el potencial de tu equipo y contrastarlo con los conjuntos con los que vas a competir", explica con una mezcla de modestia e inconfundible espíritu analítico de técnico curtido.

El objetivo principal del club de Tel Aviv era ganar la liga tras años de intentos fallidos, pero el entrenador español puso sus ojos en metas más ambiciosas.

"Fue hacia noviembre cuando realmente fui yo el que definí y marqué los objetivos de poder acceder a los tres títulos porque creí que era posible, tienes que marcarte objetivos ambiciosos y hemos sido consecuentes con ello y lo hemos conseguido", expone.

Por otra parte, el club se había puesto como meta clasificarse para la Champions y como "mal menor" la Liga Europa, recordó Ayestarán, antes de revelar que a su llegada tuvo la dificultad añadida de encontrarse con "una plantilla falta de energía y confianza y con patrones de juego totalmente establecidos".

"Fue realmente un reto volver a conseguir que el equipo creyera en sí mismo", subraya como el principal desafío en estos nueve meses de gestación del nuevo Maccabi.

Aparte, plantea otro inconveniente que tuvo que superar, el de no haber confeccionado la plantilla. "Pero hemos sido capaces de adaptar la calidad y de conseguir lo máximo al ganarlo todo".

Sobre su futuro, de momento no revela sus cartas, aunque dice estar abierto a proyectos interesantes que se adecúen a su forma de pensar.

"Lógicamente ha habido contactos con representantes de varios equipos de diferentes países, pero sigo siendo muy claro, hasta que no acabe mi contrato el 30 de mayo no doy el siguiente paso", defiende.

El Maccabi es su segunda experiencia como entrenador en solitario después de la que vivió en el Estudiantes Tecos de México, con el que logró el título de Liga de la segunda categoría.

"Ya veremos a dónde nos lleva el futuro, pero lo importante es centrarte en el presente", insiste a falta de dos jornadas para que de por concluida la liga israelí.

El técnico, que ha trabajado además con Quique Sánchez Flores en el Benfica y el Al Ahli de Dubai y con Unai Emery en el Valencia, se hizo cargo del Maccabi a principios de temporada para sustituir a su compatriota Óscar García Junyent.

En cuanto a su experiencia israelí asegura que "es exagerada la fama de terreno hostil que presentan los medios de comunicación", y que una vez el conflicto armado del pasado verano concluyó con un alto el fuego, la vida en este país "no ha sido muy diferente a la de otros lugares como Madrid, Londres o París".

"Tel Aviv una ciudad que a todos los niveles es espectacular, sobre todo en los servicios que presta, su riqueza cultural e histórica que también la hacen atractiva", manifiesta.

Tras haber logrado un hecho sin precedentes en la historia futbolística de Israel, Ayestarán rebosa la felicidad propia de haber logrado todas sus metas.

"Sobre todo, por el deber cumplido, porque cuando asumo un reto nunca lo tomo como una presión añadida sino una responsabilidad con la que tienes que ser consecuente", responde.

"Me llevo una vez más que la forma de trabajo ha dado su fruto y eso me ayuda en mi crecimiento personal", concluye.