El Valencia salvó 48 horas atrás una primera bola de partido emocional. Una situación delicada, sin puntos, sin una sola victoria y con el ‘cadáver’ del entrenador todavía caliente. Pero la Liga no se detiene y, cuando todavía no se han apagado las luces del primer triunfo de la temporada, hay que volver a competir. El partido contra el Alavés es un buen punto de partida para arrancar, pero para comenzar a hablar de punto de inflexión los protagonistas coinciden en que todavía quedan argumentos por demostrar. Sin margen de tiempo como para poder replantear cuestiones tácticas de profundidad y cambiar la cara al equipo, Voro exige a sus hombres una versión competitiva para cuadrar el círculo con tres puntos más tras ganar en Mestalla, lo que serviría para completar una transición perfecta y romper de forma definitiva con la dinámica negativa que arrastra el equipo.

Ese es el mejor legado que puede dejar el de l’Alcúdia. Seis puntos, dos victorias en menos de una semana, una inyección de fe y seguridad que valdría al Valencia para recibir con aires renovados al nuevo técnico, que se encontraría a su llegada frente a un grupo metido completamente de lleno en una nueva dinámica. Habiendo enterrado ya gran parte de sus miedos, así como la sensación de ansiedad que genera el no ser capaz de asegurar los resultados de forma contínua, un panorama abocado a la frustración.

Después de las cuatro derrotas que sentenciaron a Pako, llegar al próximo partido en Mestalla frente al Atlético con seis puntos en el haber, fuera de posiciones de descenso, sería mucho más de lo imaginable. El de l’Alcúdia, con el kit de emergencias siempre a mano, ha añadido cemento entre líneas, ha mentalizado al equipo con su manual para la gestión de la crisis y movido las piezas justas y necesarias, una intervención precisa que sirvió para armar una victoria de corazón y necesidad.

El equilibrio, sin embargo, sigue lejos y pasa por este partido frente al CD Leganés, un equipo al que nunca se ha enfrentado el Valencia en casi cien años de historia. Llega a Butarque recompuesto después de una racha de cuatro derrotas de efecto demoledor. Se aferra al espíritu de Voro, cuya puesta en escena no fue ni mucho menos brillante pero sí efectiva. Si alguien espera la excelencia de un equipo al borde del precipicio ya se puede ir olvidando. El fútbol se resuelve en forma de proceso y la recuperación de este equipo tiene una cita clave a las doce del mediodía.

La reacción pasa más por intangibles que por fútbol. «Ahora hay que ser fuertes y demostrar que podemos competir como un equipo. Ese es el objetivo para sumar tres puntos más. Si no somos capaces de lograr eso, da igual el sistema con el que juguemos o el fútbol que propongamos», analiza una voz representativa del vestuario. Eso, precisamente, ha quedado demostrado en este primer tramo de Liga. Es la lección que extraen en el vestuario tras el ‘idilio’ vivido con Pako Ayestaran.

Apenas 200 localidades libres de las casi 11.000 que tiene de capacidad el estadio de Butarque seguían anoche en las taquillas. Hay gran expectación alrededor de este partido ante otro de los grandes, el Leganés no ha ganado en casa todavía desde su estreno en LaLiga aunque ha recibido las visitas de Atlético y Barcelona nada menos. El Valencia también tendrá el apoyo de muchos de los suyos en un partido que puede marcar el futuro.