Si existe un ejercicio que transmite ese son los rondos. Son casi una forma de comunicación no verbal. Los rondos de Paterna los forman los propios futbolistas, a diario y siempre de forma improvisada. Al comienzo de cada entrenamiento la plantilla hace carrera continua e inmediatamente después se divide en grupos. El proceso de formación obedece a un criterio: una cuestión de pura afinidad. El resultado es que hay dos rondos formados casi siempre por los mismos actores, lo que traza una brecha bastante elocuente entre dos sectores del equipo.

¿Eso es bueno o malo? La realidad es que uno de los retos pendientes de los técnicos es unir a un vestuario en el que se ha demostrado que hay grietas. Los rondos son la brecha más evidente. Hay dos grupos claramente diferenciados. En uno de ellos predominan los futbolistas brasileños y portugueses, argentinos y, en definitiva, extranjeros: todos a excepción de Simone Zaza y a veces Bakkali, integrados normalmente en el otro grupo, en el que predominan los futbolistas nacionales. Los Mario Suárez, José Luis Gayà, Jaume, Santi Mina, Soler, Montoya, Munir, Medrán y los canteranos, además de Bakkali y Zaza.

Prandelli consiguió unir al equipo dentro del campo, hizo un Valencia más compacto y estrecho que el de Ayestaran, excesivamente largo, pero no logró el mismo efecto fuera de los límites visibles del terreno de juego. Voro, en cambio, sí ha conseguido unir todavía más al vestuarioVoro. Dos razones son las fundamentales. Una, que lo primero que hizo, en un contexto de máxima dificultad, protegió a los futbolistas, excesivamente señalados por Prandelli. Y dos, el sentimiento de desquite que generó el mencionado mensaje del italiano, que estrechó los vínculos entre los futbolistas.