Después del quijotesco «vengo a despertar al gigante dormido», el discurso moderado de Juan Antonio Pizzi es bien recibido. El argentino ha aterrizado en Valencia sin ganas de vender humo y eso ya supone un paso en la dirección adecuada. «Tenemos que ir partido a partido y esperar a que los resultados nos fijen los objetivos», aseguró en su presentación. En ese sentido, la experiencia reciente confirma que es más práctico cubrirse con la bandera de la modestia antes que emperifollarse en objetivos fuera de la realidad de un equipo cuya viabilidad depende de currar más y mejor que nadie, porque recuerdo que Pellegrino o Djukic también tenían ilusión y su responsabilidad como hombres de club era indiscutible. De hecho, Pellegrino también llegó con un experimentado preparador físico y lo que se veía por la tele del Valladolid de Djuka era estupendo. Con estos precedentes, parece lógico imaginar que la garantía en la apuesta por Pizzi han sido sólidas referencias sobre sus métodos de trabajo. Lo contrario sería jugársela innecesariamente.

La vía española o europea no ofrecía nada seguro, pero Argentina es Argentina y se asume un riesgo, por mucho que haya sido campeón con San Lorenzo. Pellegrino, por ejemplo, ha hecho una gran temporada con Estudiantes de La Plata. Luego sí, la carta de presentación de Pizzi es potente y convincente. Entrenador de filosofía firme e identidad clara, su San Lorenzo fue campeón desde la fusión de conceptos: seriedad defensiva y libertinaje en ataque, prudencia y agresividad, desenfrenó y equilibrio, verticalidad y toque. Fútbol veloz basado en una premisa: asfixiar al rival y «recuperar el balón mediante la presión».

Más allá de la ilusionante puesta en escena „con Richino al frente„, Pizzi tendrá que ser coherente, acertar mucho y equivocarse poco, porque no tiene margen. El argentino no es nuevo en estas lides y es consciente de ello. De hecho, ya vivió una situación similar o peor en San Lorenzo, donde no había estructura, ni patrón de juego. Como ha hecho aquí, comenzó hablando de sacrificio y compromiso. Arrancó con la única idea de hacer puntos para evitar el descenso y terminó construyendo un equipo campeón. Si bien, en el ´Ciclón´ pudo modelar la plantilla hasta desarrollar al máximo sus ideas. Aquí tendrá que adaptarse. En San Lorenzo encontró la mezcla perfecta entre la capacidad competitiva de los más veteranos y el descaro de los jóvenes. Ahora tendrá que ejercer de guía del grupo hasta formar a sus caudillos. Parece obvio, pero la victoria ante el Levante resulta esencial desde una perspectiva emocional y estratégica. Pizzi parte con la necesidad inmediata de sacar lo máxino de los jugadores y la victoria es el mejor punto de apoyo.