Salió la alineación del Valencia CF. Ya se ha dicho aquí antes que Marcelino parece afrontar la vida como si una emboscada lo esperara detrás de cada esquina, pero, incluso para uno de los tipos más miedosos que ha pisado Mestalla, seis defensas se antojaban demasiados. No había error. Costaría encontrar una semifinal europea del siglo XXI en el que alguien se haya atrevido a jugarse el prestigio con seis defensas a la vez. Y lo que pasó fue lo que tenía que pasar: que el día que juntas a tus cuatro centrales además de a Piccini y PicciniGayà

Merecido castigo -palabras de Kempes, comentándolo en ESPN- a un experimento infumable. Y más allá del partido, es de esperar que alguien en el club se pregunte si de verdad esto puede y debe seguir así. Porque una cosa es esa pantomima del club bronco y copero que todavía hoy muchos compran y otra bien distinta plantarse en un partido grande europeo, poner en liza el escudo de un Valencia que no hace tanto se hacía respetar allá donde iba y decidir que ese el día en que Diakhaby tiene que ser el mediocentro para acabar de atornillar la línea de cinco defensas, que al míster le pareció demasiado atrevida por sí sola. Curioso que muchos tengan los arrestos de poner en entredicho el fútbol del Getafe para luego encontrar todo tipo de excusas para ridículos institucionales como el que vivió este cadavérico Valencia en Londres.

¿Y del partido?

Para romper el hábito, el Valencia empezó bien. Tanto que en diez minutos había tenido un par de buenas ocasiones y cazado un gol a balón parado. El Arsenal es fiel reflejo de su entrenador: un verdadero caos táctico con algún buen futbolista pagado a precio de oro y enormes agujeros en sus costuras. Que esté a punto de quedar fuera de la Champions en su campeonato liguero no tiene que sorprender a nadie. Empezó dubitativo y lo aprovechó un Valencia que, acaso por error, echó a andar metido en campo rival, para comunicarse con sus dos delanteros con cierta comodidad. Todo se vino abajo con el gol del empate inglés. Se juntaron ahí la falta de velocidad de Roncaglia y las dudas existenciales de Neto en cuanto sale de la línea de cal. El castillo de naipes se derrumbó y el Arsenal comenzó un asedio constante que terminó con un nuevo error de Neto precedido de otro todavía más flagrante de Roncaglia. Si alguien dudaba si el argentino tiene que continuar en el club, ahí, en un partido que separa el polvo de la paja, quedaron pistas irrebatibles.

Más atrás

La respuesta de Marcelino a una primera parte en la que su equipo encajó dos pero pudo ser bastante peor fue la esperada: todo el mundo más atrás. A él le importaba un comino que Parejo pareciera un perro de presa persiguiendo ingleses de aquí para allá, que Diakhaby correteara sin rumbo conocido igual que un pulpo en un garaje o que Rodrigo y Guedes, que hicieron lo que pudieron y no lo hicieron nada mal, tuviesen que encararse una y otra vez en soledad a los acantilados de Dover. Tan bien le parecía que iba la cosa, con el Arsenal asediando pero un poco menos, que cuando decidió hacer los cambios no dispuso otra cosa que un hombre por hombre. Diakhaby siguió mandando y la línea de cinco plantada en la frontal del área de Neto.

Cuando Gayà, sí, otra vez él por mucho que nos duela, dejó a su marca libre para liarse otro purito, y el Arsenal hizo el tercero, la sensación que te queda es de que eso ya lo has visto. Y no me refiero a la España del Mundial de Estados Unidos, que también, sino a tantos partidos en esta temporada en los que esa racanería de equipo pequeño -con el Eibar en casa los tíos se pasaron casi todo el partido defendiendo y esperando el contraataque ¡en Mestalla! ¡contra el Eibar!- ha desembocado en una temporada liguera para olvidar. Tanto hemos condonado ese catenaccio antediluviano y ramplón, con el cero en portería como gran dogma que teníamos que recitar cada noche antes de dormir, que hasta parece lógico que todo un entrenador del Valencia se atreva a saltar al campo en una semifinal europea así, como cuando el Alavés se vio en una de estas después de toda una vida en segunda división B ¿Alguien se acuerda de que esto es, o era, el Valencia CF?

¿Y entonces?

Lo mejor de todo es que, en definitiva, el fútbol es una cosa rarísima que casi siempre te da una segunda oportunidad. Y todo puede ocurrir en la vuelta. Ayuda además que enfrente está Emery, uno de los incapaces con mayor fortuna en la historia de la humanidad. Pero a estas alturas uno tiene la sensación de que las balas de la fortuna -Diakhaby marcando contra el Sevilla, Guedes en el descuento contra los rusos, Rodrigo idem ante el Getafe- ya se han agotado. Como las ideas de un entrenador que en el momento de la verdad da muestras de un nerviosismo y una falta de coherencia desconcertante, que por desgracia parece ha transmitido a sus futbolistas. Esos que se supone estaban a muerte con él, por mucho que últimamente lo hayan dejado unas cuantas -quién sabe si definitivas- veces con las nalgas al aire.