La Champions perdona pocas cosas y menos aún un conjunto como este Ajax, de lo mejor que ha pisado Mestalla en muchos años. Con un fútbol de toque, pero alegre, vistoso y eléctrico, es capaz de desarbolar a cualquier defensa incauta. La de los locales ayer concedió más de lo debido. El resultado, engañoso como ya sucediera en Barcelona, castigó demasiado a un Valencia que, como ante los azulgranas, plantó cara, hizo trabajar al portero rival y solo entregó la bandera blanca cuando la acumulación de errores defensivos hizo imposible cualquier intento de remontada.

Intercambio de golpes

El partido fue un regalo para el espectador. Un envite de alto nivel al que esta vez el Valencia acudió con cartas para jugar la partida. No especulan estos holandeses. Salen a ganar jugando la pelota, pero lo hacen a una velocidad que los pone un peldaño por encima de casi cualquiera en Europa. Corren, además, como si no existiera el mañana, alejados de cualquier estereotipo o de ese Barcelona que se sigue moviendo a un ritmo cansino y a menudo insoportable. Como corolario, disponen arriba de futbolistas que saben desenvolverse a las mil maravillas en un palmo de terreno. Un nivel de exigencia por el que el Valencia no había transitado aún esta temporada. Costaría mucho encontrar un rival en época reciente que respire fútbol de elite por los cuatro costados como lo hizo anoche el Ajax. Y, sin embargo, hay que insistir, el Valencia tuvo sus oportunidades de engancharse al partido tras verse por detrás a las primeras de cambio. Desplegó su fútbol y sus virtudes con soltura, salió en ataque con una rapidez endiablada y recogió con valentía el guante que le ofrecía un rival que no conoce la racanería.

Demasiadas concesiones

El primer mazazo viene de un nuevo gesto sospechoso de Cillessen, que no supo responder a un disparo tan bien ejecutado como atajable para un portero de Champions bien situado. Quizás sea mucho pedir, pero ese gol a Oblak no se lo clavan, para que nos entendamos. Ducha de agua fría al poco de saltar al campo, otra vez. Incólume al desaliento, el equipo se rehízo. Parecía casi definitivo el fallo de Parejo en el penalti por el castigo psicológico que siempre supone una adversidad así. Pero el Valencia lo siguió intentando, en nueva demostración de que, a falta de acierto puntual y esa pizca de suerte, estos futbolistas tienen carácter. Respondía a cada ataque enemigo con una contra vertiginosa. Hasta que la acción del 0-2 liquidó el partido. Retratado de forma cruel, nuevamente, Wass. Tras una sucesión de rebotes a cámara lenta en el área pequeña, el danés solo tenía que molestar un poco al único atacante que aparecía por su zona. En lugar de ello, en demostración de que no es ni será nunca un gran lateral, se ve perfectamente cómo lo mira y prefiere darle tres metros de distancia para que marque a placer. Detalles como ése delatan limitaciones que hacen imposible cualquier empresa mayor. Tarde o temprano, sea en octavos, en la liguilla o en semifinales, Wass te va a dejar vendido ante conjuntos del máximo nivel, que no perdonan como lo hace el Mallorca o el Leganés. Después de eso, aunque hubo un par de arreones que bien pudieron haber terminado recortando distancias, se vio que el puente a cruzar era demasiado lejano.

El mejor Ferran

Hasta que su entrenador lo cambió de banda con la entrada de Kang In -ahí el equipo se terminó de descomponer y se fue del partido-, Ferrán dio un recital. Su mejor actuación en mucho tiempo y no lejos de lo más destacado que ha hecho en el primer equipo. Aprovechó como nadie los espacios que concede el Ajax, poco amigo de plantar la línea de cuatro en su frontal. Se le vio rápido, preciso y atrevido, una versión que, si consigue mantener, debe necesariamente consolidarlo en el once.

Perseverancia

Aunque cada escenario demanda respuestas diferentes, no debería esta derrota invitar al pesimismo en una ciudad que únicamente interpreta el fútbol en función del resultado (pierdo en Barcelona, desastre, gano en Londres, la leche). Las sensaciones del Valencia anoche fueron incluso mejores que las que ofreció en Bilbao. La diferencia es que los vascos tienen a Williams y Raúl García y los holandeses a cinco tíos arriba que la ponen donde quieren a poco que les dejes tres metros. Los que suele dejar Wass. Si este no es el momento de apostar por el chaval Thierry, es difícil imaginar cuándo lo será.