Cada vez que el Valencia CF pierde cinco partidos y entra en una de sus crisis recurrentes, parece que lo que motiva al personal es poner en cuestión la legitimidad del propietario para abanderar un club que, para mucho despistado, no es empresa sino sentimiento. Para qué perder el tiempo exigiendo entrenador y mejores futbolistas si podemos enzarzarnos en el origen geográfico del tipo que se sienta en el palco de Presidencia.

En ningún otro lugar, quizás por eso ser del Valencia es tan especial, es la gente capaz de volver una y otra vez a lo mismo. Con la agravante de que los argumentos carecen del más mínimo soporte argumental. Pontificar sobre el valencianismo de Lim Tan aburrido como inútil. Las veces que uno ha tenido que escuchar la historieta de por qué llegó Lim, de la ineptitud lacerante de sus antecesores y el análisis pormenorizado de las torpezas de los agentes que ha mandado a Valencia a hundir su inversión empiezan a cansar al más voluntarista.

Si acaso, lo que sorprende de Peter Lim es su abracadabrante incapacidad para llevar a buen puerto una empresa que, en buenas manos, sería un auténtico bombón. Asumido que el buen hombre no tiene ni idea de fútbol, sorprende que un tipo que ha destacado en los negocios no haya entendido que para que esto funcione tiene que echarse en brazos de alguien que de verdad sepa. Se demuestra, una vez más, que en el éxito empresarial muchas veces la osadía y la suerte es tan importante como la inteligencia. En Valencia, Lim ha sido osado, pero ni ha tenido suerte ni ha mostrado una gran sagacidad. La cantidad de dinero en salarios de manifiestos incapaces que ha gastado en estos años invertida con buen tino habría abierto las puertas de Valencia a auténticos cracks del fútbol mundial.

Y ese sí es el quid de la cuestión. Estamos a horas de celebrar los diez años de la fecha más importante en la historia del fútbol español y, cuando uno echa la vista atrás, no solo añora aquel fútbol rutilante y casi perfecto, sino que se pregunta qué futbolistas en el Valencia han tomado el relevo de los Albiol, Marchena, Silva o Villa, que de aquí salieron para ser los mejores el mundo. La cruda realidad es que a base de fichar entrenadores sin preparación ni mínimas aptitudes, Lim está hundiendo su propia nave y devaluando a una plantilla que, aun lejos de disponer de figuras como aquellas, desde luego tampoco es tan mala como nos ha hecho pensar Celades.

A mí, como a tantos otros, me importa bastante poco si Lim viene o no viene a Valencia. Menos todavía lo que sobre el club digan sus hijos o los gestos que desde la grada hace su despistado valido en la ciudad. Lo que quiero es que de una puñetera vez se gaste dinero en fichar a un buen entrenador y que lo rodee de buenos futbolistas. El resto, mera paparrucha.

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