Hay gente que se lo monta mal y no sabe ser feliz. De la necesidad hay que hacer virtud y de ninguna manera hay que desear lo que no se puede conseguir. Tan fácil y tan difícil. Este verano está siendo terrorífico para el aficionado al Valencia. El espectro de Celades aún le persigue. Se ha ido además el de Barcelona como de puntillas. Aquí parece que toda la culpa es de Lim -que en buena parte lo es- pero poco se ha analizado el absoluto desastre que ha sido Celades. En un concurso para fichar a los peores entrenadores del planeta, estos tíos que dirigen al Valencia escogen siempre al más incapaz del comando. Ni a propósito se puede ser mayor mastuerzo.

Nada que rascar en la parte de casa, por tanto. Pero ¿y las alegrías que nos está deparando Europa? Uno por uno han ido cayendo todos en la Champions. Lo del Real Madrid era previsible, pero hipócrita sería quien no tuviera pesadillas con la flor de Zizou. Y no solo palmaron, sino que lo hicieron a lo grande. El repaso que se llevaron fue bocato di cardinale. Pero es que sin tiempo para digerir la primera alegría, al quite estaba la segunda. Un Atlético de Madrid patético y acobardado se dejó merendar por un equipito de segunda fila con menos nivel aún que el Atalanta. Lo de Simeone empieza a cansar porque cae siempre huyendo del enemigo. El que disfruta con ese fútbol debería comprarse un canario que le cante por las mañanas.

No se vayan todavía, que aún hay más. Mientras Lewandowski y compañía correteaban preparando su Champions como si no existiera el mañana, en Barcelona el presidente Messi y el director deportivo Suárez se llevaban a las churris y a los niños a lucir palmito ¡en un barco en Ibiza! Luego, claro, palmatoria al canto. La culpa, dice Leo, no es de sus escapaditas al yate sino de que no le fichan a Neymar. Habla el oráculo y todos le adoran genuflexos. Fueron ocho pero se disfrutaron como si hubieran sido más. En comparación, lo que le pasó al Valencia contra el Atalanta fue un caer con orgullo. Y aquí nadie contento.

Y luego llega Guardiola, el supremo inventor, y se deja robar la cartera por unos franceses que llevaban no sé cuántos meses sin pisar un campo. Lo de Pep es muy propio de este negocio. Lo haces bien un tiempo y ya no te descuelgan el cartel de genio ni a cañonazos. Lejos de Barcelona ha rozado el ridículo con equipazos de talonario casi ilimitado. Ahora se lleva a Ferrán, autoproclamada figura por cinco partidos medio buenos. No parece que les vaya a aprovechar. Una lástima todo.