Y de repente, en medio de todo este esperpento de club, va el Valencia CF y encuentra a su Fati. Porque lo de ayer de Musah hace mucho que no se veía en Mestalla. Un recital de fútbol al galope tendido, como gusta por aquí, en un chico de 17 años que se merendó a todo lo que se le puso por delante. Sobre él cabalgó un equipo que por momentos pareció a dos palmos del precipicio.

El Comandante no falló

El ComandanteCuando en medio minuto el Comandante cortó la mantequilla habitual del centro de la defensa local, muchos vimos el abismo. Esquerdo, flojísimo todo el partido, se hizo un Parejo y Morales la clavó con la facilidad de los que saben de este negocio. Fue el preludio de un recital granota, que coronó el propio Comandante dejando en ridículo -no hace falta esforzarse mucho- a Diakhaby en la jugada del segundo gol visitante. Media hora en la que al Valencia lo mantuvo con vida Aitor, involuntario oxígeno al tragarse un remate de Paulista. El boquete en la zona de máquinas local era de época. La incapacidad de sacar una sola pelota jugada desde atrás rozaba el patetismo. Mangala, al que algún santo valencianista mandó para la caseta, daba miedo cada vez que la tenía en los pies. Diakhaby, después, perpetraba un atentado contra el fútbol y el deporte en general cada vez que intervenía. Pero el Levante perdonó. Es duro ser granota.

Los chavales y la defensa

El Valencia necesitó tres, más un cuarto de postre, para ganar. La defensa fue un coladero. Porque Paulista no anda especialmente fino, Wass no va a convertirse de repente en Maldini y lo que puso Gracia a dar patadas a un melón en la posición de central izquierdo no sirve ni para un equipo de regional. Una idea parece empezar a surgir, pero se ve lastrada antes de nacer por falta de mimbres atrás. Y eso hay que corregirlo, porque el Valencia tiene pólvora arriba, allí donde más cara se paga la munición. Anoche salió airoso básicamente porque dos chavales como Musah y Kang In mostraron una clase descomunal. Pero a su edad, eso no va a ser siempre así y en algún momento habrá que intentar ganar partiendo del cero en portería. Eso hoy es imposible.

La maldición

La entrada de Racic y la evidente mejora que aportó con respecto a Esquerdo dio que pensar. Muy cerca del serbio, en la grada, andaba Guillamón. En dos minutos Racic demostró que Gracia ha sucumbido también a la maldición de la caseta local de Mestalla, esa que lleva a sus titulares a hacerse el hara kiri en casi cada partido. Esquerdo fue una comparsa que debilitó a su equipo, una muñeca de trapo a pies de un Melero que se lo comió en cada balón. Racic pintó la raya en cuanto salió. Por ahí y por las lacerantes meteduras de pata de Mangala y Diakhaby estuvo a punto de desangrarse el Valencia. Guillamón seguía en la grada y Gracia, como antes Celades.

Fichen

Si de verdad Gracia no quiere a Hugo Guillamón, no hace falta fichar un central. Hacen falta dos. Y, además, despedir de inmediato a Mangala y Diakhaby. Pagarles lo que tienen de contrato y que se marchen. Lo contrario es cercenar un proyecto que con chicos como Musah puede incluso hasta llegar a ilusionarnos.