Saltar de los altares al infierno es cuestión de tres partidos y si Argentina palma ante Paraguay, con la consiguiente tragedia de no estar en el Mundial, ya veremos si el ´pibe´ puede volver a Buenos Aires o pide acomodo junto a Fidel Castro. Porque los argentinos, que saben de esto, tienen claro que el entrenador es el gran responsable. Salvando las distancias, físicas y químicas, la grada de Mestalla ha sido muy exigente con el inquilino de su banquillo. Digo ha sido, porque con Emery se ha extendido la indulgencia. Mejor así, la presión le puede (por eso se refugia siempre donde no debe) y al menos acierta más.

Ejemplo

Siempre he sido de la escuela argentina, en cuanto al papel crucial de los entrenadores en el devenir de un equipo. Así que mientras las cosas vayan bien, Emery es el mejor del mundo, pero ojito que tres derrotas consecutivas te llevan al pozo del desprestigio. Ahí está el bueno de César Ferrando, que apuntaba muy buenas maneras y se ha convertido en un clásico de los campos de Segunda. O Quique Sánchez Flores, de obligado año sabático.

Mago

Pero puestos a elegir, tengo una confianza en Paco Ayestarán, «el mejor preparador técnico que he conocido», según Cañizares, muy poco dado al elogio fácil y menos en su nueva faceta de fino analista. El vasco lleva un control total sobre cada jugador, sabe organizar los entrenamientos, modula los ejercicios y, pese a la paliza que les mete, la plantilla está satisfecha porque nota cada día su buen estado. Un profesional de primer nivel que ha repescado Llorente. Así que el Valencia está en manos de Ayestarán. Ya saben a quién hay que poner las velas.