Una auténtica locura, así fue la carrera en Sakhir. Siete días después de uno de los mayores sustos en la Fórmula 1, con el accidente de Grosjean, los monoplazas volvían a la misma pista pero con una configuración totalmente diferente. La idea de un trazado a base de rectas como solución para facilitar los adelantamientos demostró ser un error. Los monoplazas, muy descargados de ala, apenas sacaron provecho de las zonas de DRS.

La ausencia de Hamilton aportaba el morbo de ver cómo de fácil se gana con el coche de Lewis cuando él no está en la pista y la ventaja de salir con los blandos que disponía Verstappen anunciaba un éxito del holandés. Pero a Max se le torcieron las cosas en la primera vuelta. El exceso de optimismo de Leclerc puso al de RedBull fuera de la pista y de la carrera.

En el envite el monegasco casi acaba también con Pérez. Afortunadamente para Checo, no lo hizo y finalmente el mejicano nos regaló su primera victoria cuando tiene, por desgracia, los dos pies fuera de la Fórmula 1. Helmut Marco lleva meses clavando la mirada en la pobre actuación de Alex Albon y si realmente quiere un equipo más fuerte, Sergio Pérez es su opción.

La victoria del mejicano no llegó, por supuesto, por un milagroso rendimiento de su Racing Point, el que llamábamos durante la pretemporada "el Mercedes rosa". La tremenda metedura de pata de Mercedes, el de color negro, propició el éxito de Checo. Tras este fin de semana se abre en el equipo de la estrella un periodo de reflexión.

Tendrán que analizar cómo diablos se liaron con los neumáticos, en un pit stop innecesario, y tiraron la victoria y la segunda plaza a la basura. Deberán descubrir por qué Bottas se desinfla como un souflé ante sus rivales y ante un recién llegado al equipo. Y, especialmente, deberán plantearse si hace falta pagarle a Hamilton 50 millones de euros cuando un tipo como Rusell es capaz de, sin casi encajar en el monoplaza por su altura, aprender en tres días a conducir un coche y estar en posición de ocupar el lugar de Hamilton.

Cierto es que nos faltó la prueba del ácido: la oposición de un rival con arrestos como Verstappen. Pero en Sakhir no solo vimos ganar a Checo, vimos perder a Rusell, a Bottas, a Hamiton y a todo Mercedes.

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