Previene la calvicie, reactiva la circulación de la sangre, revitaliza y tonifica los músculos, mejora la salud mental y la de los órganos internos, estimula las defensas, combate la depresión y aumenta la producción y la calidad del esperma. En resumen, genera una sensación de placer y bienestar. Sus beneficios están demostrados científicamente, pero a muy poca gente le gusta ducharse con agua fría. En fútbol, los baños helados son síntoma de que un club corre peligro de caer enfermo. Fue así como empezó a caer el Antiguo Régimen de Orriols, cuando los jugadores paseaban en albornoz por Buñol y denunciaban que dentro del jacuzzi flotaban trozos de cristal —sibilinamente, de copas rotas—. Era la señal de alarma sobre el desmoronamiento. La hora cero del caos, demagógico para los famélicos que conducían ´Hammers´, real para los que se cortaron con el cristal de los créditos al no cobrar.

Sin embargo, que la ausencia de chorros calientes sea una simple anécdota más o un drama depende de la frecuencia con la que ocurre, del aguante de quienes la soportan y de la rapidez con la que se soluciona. En resumen, del placer y bienestar del equipo.

Levante y Hércules tuvieron ayer el mismo contratiempo, pero mientras que la respuesta de los segundos fue plantarse en la víspera del Madrid, un altavoz que también se aprovechó en su día en Orriols, los primeros ni se inmutaron. Harina de otro costal.

Luis García solicita sin éxito presupuesto para concentrarse los días que hay doble sesión, pero asume la realidad de un club que en plena transición pacífica hace las cosas mejor y que tiene, eso también, la suerte de que su vestuario aprieta los dientes y puede con todas las adversidades. Incluso con el agua fría.