El Valencia CF se encuentra consolidado en la tercera posición de la clasificación de la Liga BBVA. Se trata de su lugar natural y, por lo demostrado frente al Villarreal, no aspira a mayores logros en esta competición. Los eslóganes publicitarios, que se transmiten desde el club, tienen su encanto pero parecen alejados de la realidad.

El entrenador

En el fútbol hay un debate eterno: ¿quién echa al entrenador? Lo más socorrido es argumentar que los resultados. En cambio, mi punto de vista es que son destituidos por el comportamiento y la falta de compromiso de los jugadores. El Valencia visitó El Madrigal, se encontró a un Villarreal muy motivado, trabajador, entregado y comprometido con su nuevo técnico José Molina. El cambio de actitud, con respecto al pasado inmediato, fue positivo a pesar de las bajas, la falta de fondo físico de algunos jugadores y de forma en otros. El cuadro de Unai Emery se vio sorprendido. Tuvo que esforzarse, de un modo agónico, para no regresar a la capital del Túria con una derrota. Y perder ante el Villarreal, desde hace un tiempo, suele escocer. En diez días, por mucha capacidad que posea su nuevo entrenador, es imposible protagonizar, sin la complicidad de los jugadores, un cambio de imagen como el que ofreció el conjunto amarillo. Mi conclusión: el mensaje que ofrecía Juan Carlos Garrido estaba agotado y sus hombres pasaban de él. De lo contrario, el Villarreal no estaría en puestos de descenso. En sus filas hay profesionales de gran calidad que saben tocar y mover el balón.

Frialdad

Si el Valencia, de verdad, aspira en la Liga BBVA a algo más que a ser tercero en la clasificación, no puede verse superado por el Villarreal, un equipo que se encuentra con el agua al cuello y toda la presión en su contra. Los jugadores valencianistas permitieron, en el área pequeña, los productivos remates de cabeza del adversario. Este hecho dice muy poco en favor de la actitud y la estrategia defensiva del equipo. Una característica del cuadro valencianista es, precisamente, la envergadura de sus hombres. Una cualidad que se convirtió en pesadilla ante los despistes. Es verdad que el equipo reaccionó, pero es lo menos que se le puede exigir a su entrenador, Unai Emery, y a sus profesionales. El presupuesto de este club y el precio que se abona por conseguir los servicios de sus jugadores no equivale a transcurrir por los campos de España con más pena que gloria. Hay que exigir más compromiso y objetivos ambiciosos. El alto nivel del Real Madrid y FC Barcelona se está convirtiendo en una excusa perfecta para vivir instalados en la comodidad del conformismo. Esta noche, en Sevilla, es una buena oportunidad para dar la cara. No queda otra alternativa.

Feghouli y Aduriz

En todos los equipos hay jugadores que gozan de una buena fama y todo lo que hacen está más que justificado por los aficionados. En cambio, hay otros a los que les cuesta entrar en el salón de la comprensión a pesar de su buena actitud. Este puede ser el caso de Sophiane Feghouli y Aritz Aduriz. El primero no posee una técnica exquisita pero sí una gran capacidad de trabajo a favor de su equipo. Siempre da la cara. No luce la vitola de ser titular indiscutible, pero hace méritos más que suficientes para ganarse el puesto y el respeto. Su movilidad es otro factor que le ayuda a estar en todas partes: recuperación de balones, inicio de juego ofensivo y ofreciéndose a participar en cualquier jugada. Vamos, que no se esconde ni dedica sus minutos a la protesta. Es un jugador de club sin aires de grandeza. De igual forma sucede, de acuerdo con sus características, con Aduriz. Suele jugar y no siempre en los minutos de la basura, pero con una gran disposición y efectividad para su equipo. Además, mete goles lejos de Mestalla, un factor a tener en cuenta. Para estar entre los mejores no sólo hay que refugiarse en el éxito que se obtiene en los partidos disputados en casa.