Aunque alguno no lo crea, me da un poco de vergüenza escribir sobre el partido de hoy ante el Espanyol. Es pronto, a las doce del medio día, y el resultado me puede dejar con el culo al aire durante mucho tiempo. No es que me preocupe hacer el ridículo, de hecho me importa un pepino lo que muchos piensen de mí —hago mi marcha y paso de rollos—, pero tampoco es plan de hacer el gilipollas todo el día. Suelo pasar los domingos en el bar de mi madre viendo un partido tras otro y me fijo en lo que hace la gente cuando tiene un periódico entre manos. Y lo primero que hacen es evidente: miran qué hacen en la televisión. Contra eso no se puede luchar y hace tiempo que lo tengo asumido. Ya puede uno exprimirse la cabeza y pensar en cosas raras que llamen la atención —como escribir de fútbol tomando como punto de partida una canción de Extremoduro...— que la gente lo primero que hace es mirar las páginas de la tele: «A ver qué hacen hoy después de cenar». El caso es que me he acordado de esa imagen mientras me disponía a escribir eso que escribo siempre que juega el Valencia y me entró como miedo. Me pasa que por una cuestión de principios siempre pienso que mi equipo va a ganar y, por lo tanto, escribo eso, que mi equipo va a ganar, pero claro, luego llega uno a la barra del bar de mi madre a las cuatro de la tarde, se pide un café, sabe que el Valencia no ha ganado y está ´to quemao, quemao, quemao´ con el resultado de su equipo y de repente ve a uno con una guitarra diciendo que el partido con el Espanyol hay que ganarlo a modo de una nueva confirmación de que en la Cueva de Alí Babá se perdió el tercer puesto —ya recuperado, por cierto— pero se cambió una tendencia, y se cree que soy un ´fumao´ de la vida... y acierta. Y no es plan.

miedo a volar

mejor en la pesadilla

¿Se dan cuenta? Al menos yo, todavía no me he quitado de encima los malos pensamientos. Es como si tuviéramos miedo a pegárnosla por pura desconfianza en el equipo. Como si no quisiéramos despertar de la pesadilla por miedo a que la realidad sea peor, pero resulta que la realidad dice que vamos a ganar al Espanyol, que seremos terceros, que eliminaremos al Atlético de Madrid y ganaremos la Euroliga. ¿Pasa algo? (Me han matado tantas veces, que aprendí a resucitar... y a derrapar, y a chocar con la pared).

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