Opinión

Guerra a balonazos

El deporte tiene que estar por encima de esta barbarie, lo que no significa que sea ajeno a ella: ¡No a la guerra!

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NoWar / EFE

Es en días como hoy, aunque sea difícil, cuando más recomendable se hace escribir de un mundo con batallas simbólicas en las que no hay proyectiles sino balones. El deporte y sus deportistas están por encima de las guerras pero eso no significa que sean ajenos a ellas. Se demostró este jueves con una censura generalizada que debe servir de ejemplo a otros sectores de la sociedad frente a la barbarie: el aplauso cerrado a la selección ucrania de basket, los contratos rotos con empresas rusas, las competiciones aplazadas y la amenaza, que obligadamente tendrá que cumplirse, de cancelar grandes eventos, desde el GP de Sochi de Fórmula 1 a la final de la Liga de Campeones en San Petersburgo. Son mil y uno los testimonios con los que durante las últimas horas se nos ha encogido el corazón. Entre ellos los de los viejos conocidos de nuestro deporte que, como Jorge López, denuncian situaciones de abandono por parte de las autoridades mientras tratan de salir del escenario bélico. Solo han pasado nueve días desde el abrazo entre el ucranio Abramenko y el ruso Burov en los Juegos de Pekín. Pero como tantas otras leyes, también se ha violado la tregua olímpica vigente hasta el 13 de marzo. ¡No a la guerra!

Encrucijada

Se cumple un año más desde que se suspendieron las obras en el ‘viejoven’ Mestalla y la encrucijada sigue vigente. Hay voluntad pero no soluciones y estas no pasan por la tourné de reuniones con el Powerpoint bajo el brazo. Tampoco por el día en el que se presente por registro de entrada un proyecto con el que dejarle a las instituciones la pelota en el tejado si no cumple los requisitos mínimos. Excepto giro radical, como suele ocurrir con Meriton, la vía judicial está a la vuelta de la esquina. 

Buenos eventos

El tiempo ha demostrado que los eventos deportivos que funcionan no tienen porqué ser necesariamente grandes sino buenos. Y que ha pasado el tiempo de costearlos desde las arcas públicas. Ojalá una Copa del América otra vez en València, pero que fuese sostenible. Igual que lo serán los Gay Games y demás proyectos de esta ciudad del deporte.