Vicente Soriano, acompañado de su sonrisa perenne y a la vez hueca, se enfadó con un servidor por afirmar que llegó a manejar los entresijos del club a cambio de una módica señal abonada a Juan B. Soler. Es cierto que él argumentaba su defensa en la inversión económica realizada para adquirir sus 10.000 títulos que, después de la ampliación de capital, han quedado en papel mojado, pero por su mente sólo pasaba hacer negocio aunque vaya presumiendo por ahí de tener corazón valencianista. «¿Tú quieres ser presidente del Valencia?», me decía una y otra vez, aunque le insistía en mi negativa. A mí lo que me gusta es quitarle la careta a la gente que dice A y hace B, «porque no conozco a nadie en el mundo del fútbol que siempre diga la verdad», le dije.

Y como con el tiempo se acaba sabiendo todo, el bueno de Vicente Soriano se ha quedado desnudo y sin presidencia, a la que no había que ponerle ningún obstáculo si cumplía con su palabra. Quienes le conocen desde hace tiempo aseguraban que con él había que tener cuidado, sobre todo si se trata de negocios, por eso si hurgaran en las negociaciones que ha tenido en marcha en los últimos meses mientras disponía —prestada— de la mayoría accionarial, quedarían alucinados con las comisiones, totalmente legales pero no morales, que contemplaba para vender el club… a gente seria. Por eso después le querían lejos de su vista. ¡Qué valencianista es! Sólo nos faltaba que ahora se disfrazara de mártir porque a él le han dejado solo en el altar esperando a la mujer de sus sueños después de darse el sí quiero no sé donde. De risa. Por favor, un poco de seriedad. Que Españeta ha pedido un préstamo para comprar sus acciones y otros se querían llenar sus bolsillos… ¿de valencianismo?