El Mundial de las sorpresas es en realidad como los de toda la vida. Un campeón que no se recicla y cae a las primeras de cambio. Los africanos, la eternísima promesa, también al carrer. Y Maradona otra vez protagonista, como en México'86. La gran diferencia está en el VAR. En Rusia ni te puedes tajar sin que se entere todo twitter ni marcar con la mano de Dios y que el árbitro trague. No son estas las redes de Diego, obligado a negar su propia muerte en Facebook y WhatsApp. Medio mundo con el estómago en un puño y su coleguita cogiendo una papa en plena descompensación. En fin, que no se sabe quién es mejor, pero queda claro que él y Messi se enfrentan al mismo enemigo: las compañías. Los que rodean al Pelusa en los palcos son tan malos como los que en el campo orbitan alrededor de La Pulga.

Los ciclos y la ley de vida

Igual que el decadente Maradona cuando fichó por el Sevilla, en el fútbol los ciclos se continúan estirando erróneamente más de la cuenta. Como a España en Brasil y antes a Italia en Sudáfrica, es lo que le ha pasado ahora a Alemania. Ley de vida: renovarse o morir. Peliagudo dilema para Hierro, a muerte con cuatro ideas y consciente de su rol: si en vez de entrenador fuese médico, lo sería sólo de cabecera. Así que ojalá que De Gea no lo condene a la tumba. Y que Iniesta siga vivo al menos hasta que se vaya a Japón, cementerio de elefantes para el que, aunque lo quieran enterrar, aún no está ni por asomo Silva. Los que tifan por Asensio olvidan que el Mago entró en el once titular de la Premier.

El burka y el VAR

Es peligroso mirarse demasiado en el espejo. Y eso en el deporte equivale a obviar factores externos tan intangibles como la suerte. Ese chasquido por el que un día te conviertes en seleccionador igual que hace un año Oltra te gana en la carrera por el banquillo del Granada en Segunda División. El fútbol en esencia es fuertemente conservador. Por eso se les llama revolucionarios a los que apuestan por el ataque o hay quien aplaude a selecciones que como la de Queiroz juegan con burka. La cuestión es marcar bien la frontera entre el riesgo asumible y la zona de confort. Del lado del que se decante la balanza va a depender que el Mundial de Rusia acabe siendo el de Maradona o el de la segunda estrella de la Roja, primera de grupo gracias a que Aspas le puso un VAR.

Más artículos de opinión de Rafa Marín, aquí.