Es ahora o nunca. Ha llegado el momento más importante para Peter Lim, el prohombre de la monarquía absolutista y el mando a distancia como forma de gobierno en el Valencia CF. A él le corresponde decidir, como dueño de Meriton Holdings, si quiere que el club del que posee la mayoría accionarial vuelva a estar a la altura de una institución enorme, centenaria, o si por el contrario prefiere dejarlo en manos de una cúpula que no querría para sí ni un equipo de barrio. Si escoge lo primero lo único que tiene que hacer, que no es poco, es acertar con las personas, porque el modelo ya lo conoce y es el que decidió cargarse después de volver a la Champions y ganar la Copa. Si escoge lo segundo, allá él, porque tanto las acciones como las ingentes cantidades de dinero que tiene aquí invertidas acabarán siendo lo mismo: papel mojado.

Hasta que se demuestre lo contrario, a Lim lo que le tira no es el balón, así que aunque solo sea por eso ojalá reaccione y recupere la sensatez para salir a flote: él a sus negocios, los profesionales al suyo y los aficionados a lo nuestro. Si algo ha demostrado el fútbol profiláctico de estos días, y eso lo sabe hasta un tipo brillante de los pies a la cabeza como Tebas, es que el deporte sin sentimiento ni es ni vale lo mismo. Hay cosas, como dice el anuncio, que no se pueden comprar. Como por desgracia a estas alturas él no va a hacerlo, ya toca que alguien verdaderamente legitimado por el mecenas se posicione en público y aclare cuál es el guión. Es lo mínimo que se merecen los miles de valencianistas que sienten una puñalada cada vez que, como si su portavoz fuese un guiñol, a la vista de todo el planeta su escudo queda envilecido. ¿Qué lógica tiene darle tanto vuelo a personajes que no se lo merecen?

Ni un desplante más

Pese a tanto berrinche, la Europa League continúa siendo un objetivo posible, aunque para alcanzarla hay que ganar partidos, que es lo que realmente parece imposible tal y como están las cosas. Nadie, y mucho menos en el Valencia, puede tolerar ni un desplante más y que el equipo, si bien los problemas futbolísticos son tan hondos que puede pasar que ni con su enorme calidad le alcance, deje de poner todo sobre el campo en los cinco partidos contando el de este sábado en Granada que quedan. Aunque todo gire después de aquel traumático periodo de compraventa alrededor de acciones y de compromisos de toda índole, unos en trámite y otros por cumplir, conviene no olvidarse jamás de que la primera causa del Valencia CF es estrictamente deportiva.

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