SUCESO EN CANARIAS

El rescate de una cacatúa en El Hierro acaba con una polémica intervención en helicóptero y tres dedos amputados

El accidente tuvo lugar en el Hotel Puntagrande, el hotel más pequeño del mundo, y su director acusa a los rescatistas de haber cercenado los dedos de la víctima con un cable

David López Frías

Bebé es una cacatúa de 5 años que se convirtió en la mascota del Hotel Puntagrande de El Hierro. O, mejor dicho, era. Porque Bebé falleció tras escaparse el pasado 15 de febrero. Al ver que huía por la ventana, una trabajadora del hotel llamada Elizabeth salió detrás del pájaro, con la idea de recuperarlo. Ahí arrancó una historia que acabó con un polémico rescate en helicóptero, la fractura y amputación de tres de los dedos de Elizabeth y el monumental enfado del dueño del hotel con las autoridades canarias.

"Bebé se crió con nosotros y la queríamos mucho; era una más de la familia", le cuenta a El Periódico de España, del mismo grupo editorial, Elizabeth Ramírez, española de origen venezolano que lleva 10 meses trabajando en el Hotel Puntagrande, el hotel más pequeño del mundo. El animal ha crecido en cautividad y no sabe desenvolverse fuera de las paredes del hotel. Por eso, Elizabeth salió en su rescate.

El hotel está a pie de costa. Pero no de una playa, sino de un acantilado. Elizabeth intentó agarrar al animal antes de que cayese al agua "en una zona en la que debería haber una escalera". Pero la escalera no estaba. Tanto Elizabeth como la cacatúa acabaron cayendo al agua. "En ese momento vino una ola enorme y me arrastró hacia adentro del mar. Y ahí entré en pánico", explica la mujer de 45 años, todavía convaleciente de la operación quirúrgica a la que tuvo que ser sometida después. Porque esta historia no hace más que complicarse por momentos.

Pintadas amenazantes

El director del hotel es un italiano de 51 años llamado David Nahmias. Compró hace 6 años el inmueble en estado de abandono y lo ha reflotado. Pero vive entre polémicas, porque asegura que tanto los vecinos como la administración le quieren echar. Ha denunciado en varias ocasiones la hostilidad de parte de algunos habitantes herreños, que le han hecho pintadas en su casa llamándolo mafioso y diciéndole que se vaya de la isla.

David, al darse cuenta de que su empleada estaba en el agua y corría el riesgo de ahogarse, no se lo pensó y se tiró al agua. "Hay que conocer este mar; la marea cambia enseguida. Había olas de dos metros. Yo vi que Elizabeth estaba en el agua en peligro y me tiré a salvarla a ella, ya que era imposible salvar a la cacatúa"; nos explica en conversación telefónica. Recuerda que ha pedido que se tallen unas escaleras en la piedra, para evitar este tipo de incidentes. Pero las escaleras no están hechas y salir de esa zona de costa, con el mar en contra, es casi misión imposible.

"David me empezó a tranquilizar. A decirme que se quedaba conmigo. Que si moríamos, moríamos los dos", recuerda ahora Elizabeth. Allí, luchando ambos contra las embestidas del mar, empezaron a pedir ayuda a gritos. Pero el hotel está en el municipio de La Frontera, retirado de todo. No es una zona de paso, por lo que las llamadas de auxilio caían en saco roto.

Ingleses al rescate

El hotel sólo tiene 5 habitaciones. Y, finalmente, una pareja de ingleses que se hospedaban allí escuchó los gritos. Vieron lo que estaba sucediendo y procedieron a llamar al 112. Pero, problema: "En ese momento parece que ninguna de las personas que estaba atendiendo en el 112 sabía hablar inglés, así que no les entendían", cuentan ambos. Eso provocó que el rescate tardase mucho en llegar.

"Mucho antes de que llegas el helicóptero de rescate, llegaron agentes de la Guardia Civil y de la Policía Municipal. Pues ninguno hizo nada por nosotros. Ni lanzarnos un salvavidas. Ni siquiera uno de los agentes de la Policía Municipal, que al haber hecho cursos de rescate tiene la obligación de ayudarnos", protesta David.

El helicóptero tardó, coinciden David y Elizabeth "unos 50 minutos en llegar". 50 minutos agónicos en los que ella pensaba que iba a morir y él la intentaba tranquilizar como podía: "Yo gritaba 'Ayuda, ayuda' y él gritaba 'Laupi, Laupi', que es el nombre de su esposa. Eso me partía el alma, porque me daba la sensación de que se estaba despidiendo de ella y de que íbamos a morir", recuerda ahora Elizabeth.

Dedo amputado

Finamente, un helicóptero del GES (Grupo de Emergencias y Salvamento del Gobierno de Canarias) llegó a la zona de costa en la que Elizabeth y David intentaban aguantar. Y procedió al rescate: "Primero la subieron a ella. Había cinco rescatistas. Bajó uno con un cable metálico, le puso un arnés en la cintura y la subió", cuenta David. Y es ahí, según explican, donde se produjo la grave lesiónel dedo corazón de la mano izquierda de Elizabeth resultó amputado con el cable metálico. El anular y el índice, fracturados.

"Cuando llegué al helicóptero, yo no podía ni hablar. Le señalé con la mirada al rescatista mi mano ensangrentada y ahí se dieron cuenta de lo que había pasado. Mi dedo estaba colgando. Uno de ellos le dijo al que me había subido "¡pero qué hiciste!". Y entonces me taparon la mano con una manta para que no viese lo que había pasado y empezaron a limpiar la sangre del helicóptero, para que no la viese David, al que tardaron muchísimo en subir. Por lo menos 7 u 8 minutos. No lo subieron hasta que no hubieran limpiado la sangre".

Tanto Elizabeth como David fueron trasladados al Hospital de La Candelaria, donde evaluaron los daños de Elizabeth. Enseguida vieron que la lesión era grave y que tenía que ser evacuada de urgencia, en otro helicóptero, a un hospital de TenerifeAllí fue intervenida quirúrgicamente durante 6 horas por 5 cirujanos y dos anestesistas. David, en cambio, estaba ileso: "Me encontré a los guardias civiles en la puerta del hospital. Les dije que eran dos inútiles y me pusieron una multa de 150 euros", explica el director del hotel.

A la justicia

"Soy divorciada y tengo un hijo de 12 años. No sé cuándo voy a poder volver a trabajar, ni si podré hacerlo", se pregunta ahora Elizabeth, que permaneció varios días en la Unidad de Cuidados Intensivos en el Hospital de Tenerife. Hace sólo unos días que ha podido regresar a su casa y sigue de baja laboral. Las lesiones han sido graves y sus dedos penden de un hilo, literalmente: "Dos de ellos tienen tornillos por las fracturas. Pero el central, el que fue amputado y me tuvieron que coser de nuevo, corre el riesgo de ser rechazado", adelanta.

Ahora van a poner el caso en manos de la justicia: "He tenido que buscar un abogado en la península, en Valencia, porque aquí nadie se quiere hacer caso de estas cosas; se tapan todos entre ellos", protesta David, que muestra su indignación "porque los rescatistas dijeron que ella se había producido las lesiones en el agua. Y en el agua no había nada, sólo agua. Y estaba yo con ella. Las lesiones se las produjeron ellos con el cable metálico, aunque ahora no lo quieran reconocer".

Este diario se ha puesto en contacto con el Cabildo, el Ayuntamiento y el Gobierno Canario. Los primeros remiten a las otras administraciones, dado que "no tenemos responsabilidad en ese caso". Desde el Ayuntamiento de La Frontera, el alcalde contestó que "si tiene que denunciar algo, que lo haga en los tribunales y no en la prensa". Y desde el Gobierno de Canarias, los responsables del 112 aseguran que "el rescate se realizó siguiendo todos los protocolos y no hemos hallado ninguna irregularidad".

Por su parte, Elizabeth rompe a llorar cuando explica la historia y manda fotos para publicar. Pero no tanto por sus dedos, que aún tiene vendados, sino por Bebé, la cacatúa con la que empezó toda la historia y que falleció porque, finalmente, no pudo ser rescatada.