Loredana Berté, esposa de Björn Borg entre 1988 y 1992, se ha quedado a gusto en su autobiografía en la que revela una fuerte adicción a las drogas y a la prostitución del tenista sueco. "Su obsesión por la cocaína se había vuelto irremediable. Se había convertido en un peligro social. En Milán, Borg se bajaba a la calle y le pedía droga a cualquiera que pasaba por allí. Se quería meter. No le importaba nada, ni la reputación ni las consecuencias", dice la italiana. "Me pedía cinco millones de liras en contante y luego me informaban que se había metido una caja entera de Rohypnol, la droga de los violadores. No cambiaba, siempre era lo mismo. En el 89 intentó suicidarse", revela la que fuera un icono del pop-rock en los años 80.

Berté cuenta que conoció a Borg en Ibiza durante unas vacaciones en 1988. Al año pasaron por vicaría en un matrimonio que sólo duro tres años debido a las adicciones del sueco, según confiesa su exmujer en unaautobiografía titulada 'Trastocando'. Sin embargo, Berté no solo trata el tema de las drogas, si no que va más allá y entra en el plano más íntimo de la pareja: "Hacíamos juegos extraños. Desafíos entre dos locos como nosotros. Una vez me metió una pistola en la boca para jugar a la ruleta rusa. Quería hacer una orgía y a mí, sólo de pensarlo me daba asco. Alquiló una planta para llenarla de prostitutas. Me daba asco. Se presentaron varias con abrigos de piel y fustas en las manos. Él, se me acercaba de manera melosa y me intentaba convencer para hacerlo. 'Debes dar un paso adelante, Loredana, un salto mental".

La italiana, que confiesa que en el 91 ya no podía más y se tomó "cien barbitúricos", añade que: "No teníamos nada que decirnos. Todo estaba acabado. Para intentar encontrar una pulsión erótica, Bjorn me decía que deberíamos probar a tener sexo con otra persona. Yo fui seca. 'Tú eres tonto, yo te reviento la cabeza', le contesté. Me fui de allí y dormí por mi cuenta en otra habitación. A la mañana siguiente pedí en recepción una limusina para irme de allí. Me fui a Los Ángeles, a un hotel. Allí tiré la televisión al suelo, descolgué el teléfono y me tiré en la cama con los ojos llorosos. Todo había acabado. Para siempre. Sin saberlo, Borg, el gran chico sueco con el que había soñado para sublimar el amor perfecto, se había perdido mucho tiempo atrás", añade.

"Borg estaba muy perdido. Hacía dos días que no lo veía y cuando apareció le tiré por la ventana un sofá, platos de plata y todos los trofeos. Lo recibí a raquetazos y cuando asustada intervino su madre le di el resto diciéndole: 'Yo me he casado contigo porque tenías que ser el padre de mis hijos'. Borg balbuceaba confuso mientras la madre me decía que él solo habría tenido hijos de pura sangre sueca. Tiré otro par de medallas por el balcón y me fui". En 1992, la relación terminó. "Lo dejé demasiado tarde, tenía que haberlo hecho antes. Con Borg perdí los sentimientos y el dinero del banco. Pagaba siempre yo porque los multimillonarios no tienen nunca dinero en el bolsillo", concluye la italiana en su relato.