El cuerpo humano es una máquina perfecta: capaz de transformar la energía química, procedente de los alimentos, en energía mecánica. Y sobre ese proceso se edifica uno de los pilares fundamentales del nuevo Valencia de Marcelino García Toral. Dos meses y medio después de su aterrizaje en Mestalla, nadie pone en duda que el asturiano y su cuerpo técnico han comenzado a impulsar al conjunto valencianista hacia una nueva realidad tras dos años de depresión. Los síntomas son evidentes, este equipo tiene poco que ver con el que penaba por los campos de nuestro país la temporada anterior. El Valencia recupera el respeto perdido a la carrera y vuelve a inspirar a una afición que no le concedía al proyecto ni un gramo más de credibilidad después de un serial de decisiones abonadas al despropósito. La transformación se ha iniciado a todos los niveles pero uno de los grandes secretos, según las voces autorizadas, reside en la exigencia implantada en torno a las rutinas de trabajo y especialmente con respecto a la alimentación, así como el alto grado de compromiso adquirido por los futbolistas, que han mostrado la respuesta idónea al método Marcelino, asumido con la mentalidad propia de un grupo que está cansado de no disfrutar y que ha encontrado un camino ya trazado que les conducirá hacia su mejor versión.

Esta temporada se ha extremado el control sobre la alimentación. Los controles de peso y de grasa son frecuentes con el nuevo cuerpo técnico. Poca broma. El sacrificio, sin embargo, no supone un problema. Los jugadores han adquirido un compromiso a largo plazo consigo mismos para ser cada vez mejores y esa es una realidad que queda plasmada en la siguiente anécdota. El martes, después de la goleada ante el Málaga en Mestalla, Jonathan Ondina, responsable de nutrición del equipo, publicaba en redes sociales una fotografía en el vestuario junto a Zaza, Santi Mina y Rodrigo, los goleadores de la noche. «Disfrutad unas horas para preparar ya el siguiente... ¡Hambre de gol! ¡Enhorabuena!», era el mensaje que acompañaba la fotografía, probablemente con algo de doble sentido. Y es que no es ningún secreto, la sensación de algunos jugadores ante la llegada de Marcelino era que este año pasarían hambre -desayunan, comen, meriendan y cenan a diario en la Ciudad Deportiva-, si bien con el tiempo eso se ha quedado tan solo en una caricatura.

La fotografía de Ondina provocó la respuesta de Rodrigo, reforzado tras marcar su segundo gol en tres días: «¡el mismo batido el domingo, por favor!». El nutricionista, ante la petición del ´19´ para llegar igual de lanzado a Anoeta, sentenciaba: «te quedan 33 batidos iguales, no te los pienso cambiar». La conversación demuestra, por una parte, la rectitud del cuerpo técnico con este aspecto, y por otra la predisposición de los jugadores, que han entendido desde el primer momento que estos cambios van dirigidos a optimizar sus capacidades para exprimir al máximo su rendimiento.

Para ser cada vez mejores

Los batidos y las papillas alimenticias basados en frutas, verduras, cereales o frutos secos, entre otros, ayudan a una recuperación eficaz del tejido muscular, preparan el cuerpo para el próximo entrenamiento, aportan energía y regulan la alimentación mediante la ingesta de cantidades apropiadas de proteínas, hidratos de carbono o nutrientes. Son un elemento más del día a día. Los servicios médicos realizan seis antropometrías físicas a lo largo de la temporada y el cuerpo técnico tiene estudiadas y analizadas al detalle las necesidades de cada futbolista en base a una serie de valores, como por ejemplo su posición en el campo: unas requieren mayor fuerza muscular o volumen que las otras. Cada jugador, en definitiva, sigue un plan personalizado y aunque en el club -como en casi todos- ya se tomaban batidos persiguiendo el objetivo de entrenar de manera más sostenida e intensa y una mejor recuperación entre sesiones, lo de ahora no tiene absolutamente nada que ver con lo de antes, cuando muchos jugadores, al no tener tan interiorizado este compromiso, pasaban de tomarlos.

El gran triunfo del cuerpo técnico de Marcelino es haber contagiado esta cultura de la alimentación a los jugadores. Ahora, en el desayuno, batido. En la comida, otro batido... Y hay quien incluso lo tiene que tomar por la noche, antes de dormir. Es un detalle -elocuente- que se enmarca en un proceso de implantación de valores profesionales que retrata, en cierto modo, el cambio de puertas hacia adentro, también por parte de los jugadores.

Por primera vez fuera de casa

Casi todas las comidas están previstas en la Ciudad Deportiva pero no todas, lógicamente. El futbolista tiene vida más allá de Paterna. El jugador sabe que debe mantenerse en niveles bajos de grasa corporal y este es un equipo con un gran contingente de jugadores jóvenes, muchos de ellos recién salidos de casa por primera vez. Esta situación implica que hay casos en los que, inevitablemente, existe desconocimiento con respecto a las claves de una buena nutrición. Este año, en efecto, el cocinero del equipo se ha convertido en el mejor aliado para muchos de ellos. Para cubrir las necesidades nutricionales, Rieta prepara con las pautas del nutricionista recetas a los jugadores, así como todo tipo de indicaciones con respecto de las cantidades, peso o combinaciones de alimentos. Incluso prepara comida para que los jugadores se la lleven a casa y se olviden de cocinar y también de salirse de cualquier trazada. Esta posibilidad surgió como una medida restrictiva para intentar encarrilar por las bravas a Éver Banega y ahora la piden los futbolistas.