Lo saben todos, desde el primero hasta el último de los actores que componen la realidad del Valencia Club de Fútbol. Es algo que se comenta dentro del vestuario, entre los técnicos, en el aparato deportivo y también en el ejecutivo. En todos los niveles del club de Mestalla son plenamente conscientes de la vibrante urgencia por reaccionar y asumen que el equipo se va a jugar prácticamente media temporada en solo cinco días, los que median entre mañana sábado y el miércoles de la próxima semana. No va más. Es la hora de la verdad y en el corazón de la plantilla este pasaje se afronta con determinación. Del partido ante el Girona al del Young Boys -ambos en Mestalla-, el Valencia CF afronta dos compromisos en los que comenzará a dilucidar parte de sus probabilidades de éxito en un año tan especial como el Centenario. Las temporadas, argumentaba Marcelino, no se acaban hasta la jornada 38 pero si no se consigue armar una reacción inmediata puede que después sea demasiado tarde. Al equipo ya no le basta con no perder partidos -cada partido empatado son dos puntos perdidos y los rivales acaban distanciándose- y lleva demasiado tiempo en la estación viendo cómo se le escapa un tren detrás de otro.

Los jugadores, en medio de la espiral, comentan que una victoria contra el Leganés a la vuelta del parón tras empatar con United y Barça hubiera sido el combustible perfecto para despegar pero no es momento para lamentarse. La brecha no es definitiva, ni en LaLiga ni en la Champions, todo es corregible, aunque si no arrancan se puede torcer el camino. La temporada, advierten desde dentro, se juega en cinco días. Girona y Young Boys son clave -rampa de lanzamiento o agujero negro- y a partir de ahí ya vendrá lo demás. La conjura en torno al objetivo de coger un nuevo impulso es total. Contra la preocupación y la intranquilidad que amenazan la moral del equipo los jugadores se aferran a las sensaciones de la -accidentada- victoria ante el CD Ebro en la Copa: "las dinámicas se cambian con victorias así", decía Mina en zona mixta. Consumido el primer cuarto del curso, son conscientes de la necesidad pero deben contener la ansiedad. En La Romareda no fue fácil y, como admiten, después de la expulsión de un jugador del rival se apoderó de los nervios del equipo.

Un único objetivo en La Romareda

"Había que ganar y hacerlo ya", recuerdan en privado los futbolistas. El equipo, pese al contraste de nivel con el CD Ebro, sabía que iba a tener un partido complicado en Zaragoza y a medida que fueron pasando los minutos fue cumpliéndose punto por punto el escenario que anticipaban. A la media hora la la inferoridad numérica del rival les abría una puerta y todos esperaban que el equipo Champions pasara como un rodillo pero esa expectativa se tornó en presión. Mina apareció para sacar adelante la situación. Ahora afrontan otro contexto límite. Engancharse o descarrilar. A 8 puntos de distancia de Atleti y Sevilla una nueva muesca puede ser preocupante. En Champions el empate de Berna no sentencia -en las cuentas entraba incluso una derrota- pero solo y cuando se gane en Mestalla. El margen de error se ha agotado y hay que ganar. Ya nadie cuenta con los 3 puntos del Young Boys sin bajarse del autobús. Para reaccionar y avanzar a la próxima ronda hay que comenzar a dar la talla ganando en Mestalla, que todavía no ha visto ganar a su equipo.