Ir al Sánchez Pizjuán con la cuarta plaza en juego y no sufrir roza la ciencia ficción. Habrá fatalistas dispuestos a atribuir la victoria de ayer a la casualidad, a la suerte, al árbitro; a recrearse en las disfunciones del equipo o en el transcurso atípico de LaLiga pero ni siquiera la suma de todo ello empaña el mérito de un Valencia CF que hizo todo lo que tenía que hacer para imponerse al Sevilla FC. El resultado es de muchos kilates y su valor se resume en la convicción de que el conjunto de Marcelino ha llegado con el depósito lleno al esprint final. En contraste con el discurso que ha salido del vestuario -Jaume, Neto y Marcelino lo negaron en sus respectivas comparecencias ante los medios-, el equipo se comportó como si el partido fuera definitivo. Y esa es una realidad que se palpa desde la alineación -el técnico fue con todo, con un once que podría calificarse de gala- a la vibrante falta de claridad a la hora de definir -en la primera parte dispuso de cuatro llegadas, una invalidada por fuera de juego, que no encontraron remate por precipitación-, la aparición de los jugadores referenciales -mención especial para Parejo, Gayà y Garay, con Neto, Carlos Soler o Kondogbia en un segundo plano y Guedes y Rodrigo en la otra cara de la moneda- o el ejercicio de control -a punto de ser frustrado- improvisado en la segunda parte y que cobró forma justo después de atrapar la bandera con el tanto de Parejo.

Ahí tiene mucho que ver el empate ante el Getafe en Mestalla, un episodio decepcionante. A la vista está que no ha hecho mella en el espíritu del equipo pero sí encendió una alerta en la cabeza de los jugadores, obligando al Valencia CF a ir a Nervión con la necesidad como compañera de viaje. El equipo, en efecto, compareció sobre el césped con dos ideas en la cabeza que rozan la contradicción. La primera, marcar como sea. La segunda, no encajar como sea. Escribió Sun Tzu en 'El arte de la Guerra' que el buen estratega debe garantizar primero su invulnerabilidad. El repliegue de filas del Valencia CF tras el descanso más bien tuvo que ver con la supervivencia que con la táctica y en ese escenario, claro, cabe la zozobra.

Un disparo de Munir tras una gran maniobra en una baldosa, un centro de Promes -retirado cuando mejor estaba- y alguna embestida a la desesperada, como la de Navas que no alcanzó Vázquez al rechace, amenazaron la resistencia de un Valencia CF que supo cómo defender -incluidos los balones laterales, su asignatura pendiente-, que salió ileso de un final que pudo ser dramático con un posible penalti y un gol anulado al Sevilla con el tiempo cumplido, y que supera el récord invicto de Marcelino con el Valencia CF (15 partidos). Solo una vez ha estado el equipo dieciséis partidos sin perder: sucedió en la 1941/42. Puede caer frente al Real Madrid.