Hay gurús que aconsejan un tortazo de vez en cuando para tener éxito. Una discutible receta de la que el Valencia abusa. Demasiado. Como si para romper a jugar necesitase que antes le tocaran la cara. Igual que contra el Getafe y el Real Madrid, el Alavés pegó antes. Y fue entonces, rehaciéndose desde las cuerdas, cuando el equipo de Javi Gracia resurgió de sus cenizas. No solo salvó un punto sino que se quedó a un palmo de la remontada. Con el mismo formato que en las jornadas anteriores, el Valencia sacó del ring a su rival, sin rumbo ya antes de que Machín metiese la pata con los cambios. Justo lo contrario que le ocurrió a Gracia, al que se le hizo de día con Guedes y sobre todo Manu Vallejo, autor del primer gol y por los pelos casi del tercero. Entre medias, Hugo Guillamón se redimió de la pájara con el cabezazo del empate. El 2-2 fue el espaldarazo definitivo para que el partido se consumiese en el área de Pacheco. Lástima que Gameiro ahí fuese una escopeta de feria. Tan brillante yendo al espacio como sin cartuchos en el cargador. El francés encaló el balón con todo a favor después de que Guedes lo hiciese perfecto fijando a los defensas para dejarlo solo. Encima no era el primer mano a mano que fallaba. Tampoco la última oportunidad para haber ganado. En el último suspiro Vallejo buscó la vaselina pero el portero la palmeó. Faltó muy poco.

Hay partidos que arrancan inexorables hacia un fatídico desenlace y el del Valencia, especialista en salirse de las curvas y luego volver a la carretera, cumplió con todos los requisitos desde el primer instante. A los dos minutos el agua la tenía por la cintura. Al cuarto de hora le llegaba al cuello. Sin embargo, tan cierto como que los babazorros salieron mejor y más enchufados es que los goles no nacieron del juego sino de dos vahídos. Nada que no se viera venir. Apenas había pasado una milésima de que la primer acción de Racic fuese un despeje sin nadie en kilómetros a la redonda. El Alavés volvió al área por la vía rápida y Gayà no tuvo miramientos para conceder un córner. Con Cheryshev a la suya, Ximo Navarro entró más solo que la una para empalar el servicio de Lucas Pérez. Primer tiro, primera vacuna.

Parecía que el Valencia iba a cogerse con el correctivo, pero fue un espejismo. Un pase sin fuerza de Soler dio alas otra vez a Ximo Navarro para romperle las costuras a Guillamón. El central intentó aparatosamente tumbarlo fuera del área pero lo hizo dentro. Penalti sin discusión que Lucas ajustó al ángulo. Segunda vacuna. La tercera no llegó de milagro. A Guillamón le entró el tembleque, aunque el problema no sólo era defender sino cómo atacar. El equipo se ahogaba. Para entonces el único temblor en el área del Alavés había sido un córner que Paulista remató en escorzo. El ambiente sombrío que se había disipado alrededor del equipo volvía a nublarlo todo. De ahí al descanso lo más cerca que estuvo de Pacheco fue a través de Wass. Pobre bagaje con un centro a las manos del portero y una falta ilusa buscando la escuadra.

No fue un arrebato como tal, pero el Valencia se hizo con el balón y empezó a moverlo con criterio. Faltaba eficacia. Gameiro avisaba estampándose una y otra vez antes del último pase, mientras que Cheryshev se perdía sin fe en los alrededores del área. El Alavés, con las pulsaciones de bajada tras el esprint del inicio, aun se permitió el lujo de perdonar otra contra.

Tras el descanso, el Valencia recuperó el cuento donde lo había dejado en la primera parte. El Alavés estaba grogui. Marcó el tercero, pero para ver la infracción de Laguardia el árbitro no necesitó recurrir al VAR. Un caso aislado. El goteo de ocasiones era incesante en la otra portería. Kang In vio el desmarque pero para un zurdo cerrado como Cheryshev fue misión imposible definir recortando a Pacheco hacia la derecha. Los dos protagonistas de la mejor oportunidad hasta entonces fueron los primeros sustituidos. Pero a Gracia le salió bien la jugada.

El Alavés estaba panza arriba y el Valencia pisaba una y otra vez área. En una de esas, el VAR revisó una patada de Ximo Navarro. No tocó el balón pero sí el brazo de Guedes. Después del preceptivo rebobinado, el árbitro pitó mano. Discutible pero avalado por el fotomatón. Iban dos clarísimas y a la tercera llegó la vencida. Soler habilitó a Gameiro y el francés, que en un mano a mano anterior ya había tirado al muñeco, acertó al dársela a Manu para que la empujara. El empate no se hizo esperar. Soler cogió carrerilla y a balón parado sirvió un centro medido a la cabeza de Guillamón. No había nada que revisar pero el VAR lo hizo. Tiempo muerto que precipitó un descuento largo en el que el Valencia se quedó con la miel en los labios. Otro partido que se le quedó corto y eso que duró casi cien minutos.

Estas son las notas del partido