Valencia y Atlético de Madrid acudieron a una función en la que cada uno tenía claro y aprendido el rol a desempeñar. Los de Diego Simeone se adueñaron del balón para la mayor parte del tiempo pisar campo rival. Ese mismo espacio en el que estuvo esperando el conjunto de Javi Gracia. Resguardado con dos líneas de cuatro hombres definidas, a las que ayudaba a la desesperada Manu Vallejo para completar un trabajo grupal del que Maxi Gómez, quizá por no estar físicamente al cien por cien, quedó excesivamente descolgado.

La disciplina táctica, liderada en el pasillo central por los resortes que le quedan a este Valencia -Jaume Domènech, Gabriel Paulista y Carlos Soler-, mantuvo a raya al Atlético, aunque solo hasta que algún error individual y la fatiga de presionar de un lado a otro empezaron a hacer mella. Un primer fallo de Racic regaló un disparo en el área a Llorente que atajó fácilmente el portero de Almenara. La realidad es que el joven serbio no tuvo su día, y el Atlético siempre dañó al Valencia en ese reducido espacio entre sus espaldas y los centrales. Fue desde donde Lemar forzó una intervención salvadora de Jaume en el tramo inicial, y desde donde Joao Félix y Correa conectaron en la segunda mitad.

Las posiciones medias muestran como el Atlético arrinconó al Valencia en su propio campo

El plan de Javi Gracia salió simplemente a medias. Esta vez el problema no estuvo en la solidez defensiva, sino en la incapacidad para lanzarse al ataque desde atrás con tantos metros por delante que recorrer. El entramado de tres centrales y carrileros largos de Simeone se bastó para neutralizar cualquier contragolpe. Apenas hubo noticias serias de Guedes y Yunus Musah. Tan solo un chut envenenado del norteamericano, que tumbó la botella de agua de Oblak como si fuese un bolo. Se marchó por poco y fue el susto más grande que se llevó el esloveno, junto a un remate pegado al poste de Racic que repelió.

La realidad es que al Valencia le faltaron talento y fuerza para acercarse a Oblak, y le sobraron metros por recorrer. Savic, Giménez y Hermoso, además, dominaron en superioridad cualquier posible amenaza de Maxi, tan estático como desasistido, o de Vallejo, cansado de ir de un lado a otro. Precisamente, el gaditano intentó taponar en la segunda parte una banda en la que Guedes dejó evidencia de sus dificultades para defender. El '7' le puso ganas, pero se apagó poco a poco y acabó desquiciado con el sombrero que le tiró Joao Félix. La entrada de Carrasco desequilibró la defensa del Valencia por el lateral derecho y propició el desafortunado autogol de Lato. El Valencia no reaccionó. No tenía energías ni recursos.