Son los resultados, que no el juego, los culpables de que a una parte de Orriols se le haya pegado el «Caparrós, te quiero». Una sintonía que tiene al club loco, más que por la música, por el deseo de que el banquillo no se convierta para bien o para mal en el escenario de un culebrón. Algo para lo que los insistentes rumores del Sevilla ayudan muy poco.

Y es que aunque Joaquín Caparrós habló personalmente con Quico Catalán y lo desmintió rotundamente, las horas previas del partido contra el Valladolid se vieron alteradas por el anuncio de una reunión prevista para ayer con el equipo de sus amores. El Levante confía en su palabra y es consciente de que el míster no tiene la culpa, pero quien más y quien menos está con la mosca detrás de la oreja. Preocupa que de aquí a final de temporada se repitan sobresaltos como el del viernes, ya que la sensación de que Caparrós tiene tomada la decisión de no continuar es tan grande como la verosimilitud de que sea el Sánchez Pizjuán su inminente destino.

Quico y Caparrós, que es quien posiblemente más interés tiene en que así sea, ya están emplazados a sentarse cuando la permanencia sea matemática, pero el cariz que están tomando los acontecimientos empieza a ser acuciante para el club por el desgaste que puede tener otra novela sobre la continuidad o no del entrenador. La cuestión es dejar claro cuanto antes qué es lo que va a pasar y comunicarlo.

El primer plazo está cumplido

Al igual que varios jugadores tras conceder tres días libres, Caparrós no regresó a València con el resto de la expedición. Tal y como le había reconocido al presidente tenía previsto viajar a Utrera, aunque para ver a su familia y no, como había asegurado el ´Diario de Sevilla´, para reunirse con José Castro y escuchar de su boca el proyecto que estaría dispuesto a ofrecerle. Era de esperar que Castro también desmintiera cualquier encuentro a pesar de la coincidencia del viaje: «Que Caparrós es amigo mío nadie lo va a dudar. Que fui parte importante, por no decir la más importante, para que en su día llegara al Sevilla, tampoco nadie lo va a dudar. Pero Unai es nuestro entrenador y es el mejor del mundo para nosotros».

El Levante le propuso el pasado verano a Caparrós un contrato de dos temporadas con una reducción de ficha en caso de descenso que se quedó en solo una porque así lo quiso el entrenador, quien pronosticó un plazo ya cumplido de tres o cuatro meses para abordar su posible continuidad. Tras su destitución en el Mallorca, el utrerano se planteó su llegada al Levante como un trampolín y nunca ha descartado tampoco otra aventura en el extranjero pese a su reconocida espina clavada por volver a Sevilla. De hecho, su cambio de representante se interpreta como un signo inequívoco de que su prioridad en este momento no pasa por renovar contrato pese a que tanto el club como él mismo se encuentran cómodos. Eso sí, tanto Quico como Caparrós tienen claro que una vez se sienten la solución llegará rápido. Algo que el club espera por su bien que sea más pronto que tarde.

Y es que, a apenas unos tres meses de terminar la temporada, los de Orriols mantienen unos cuantos frentes abiertos de primer orden. Entre ellos el de Keylor Navas, cuya renovación está enrocada desde que el club abrió el fuego con una oferta a principios de octubre.