El olor de la lluvia, el ambiente de jornada grande y un rival en crisis. En el fútbol, el juego es un estado de ánimo y el Levante es el mejor ejemplo. También la grada. Del murmullo de hace no tanto a la fiesta incesante durante los 90 minutos. Mientras, sobre el césped, los jugadores de la mano de Paco López bailaban al ritmo de las carreras de Morales, casi como si no hubiera dejado de correr desde aquel último esprint ante el Athletic. Y así se escribió la salvación.

[Así está la clasificación]

La salvación estaba a un paso y en la primera posesión del Sevilla, el equipo se mostró valiente. Sin especular. Presión alta y a esperar un fallo del rival. Paco López ha hecho sacado el miedo del cuerpo a unos jugadores que ahora muerden juntos y que saben dónde estará el compañero si se ven superados. Además, en ataque, el grupo ha encontrado ese punto que le permite hacer daño al rival con un ligero zarpazo. Ese que en la mayoría de las ocasiones lleva el apellido Morales. El Comandante, con momentos difíciles en el año del ascenso, se ha convertido en la imagen de la salvación con una última racha soberbia. El ‘11’ lo merecía y este viernes volvió a hacer gala de su velocidad y de su uno contra uno. De ahí nacería el primer gol del partido, obra de un futbolista que necestiaba ese tanto más que nadie: Roger.

En un abrir y cerrar de ojos -en el minuto 11- el Levante ya mandaba en el marcador y el Sevilla parecía estar en la lona. Sin embargo, la salvación no iba a ser tan fácil y Carlos Fernández, con un disparo seco desde la frontal hacía el gol del empate enviando el balón a la escuadra de la portería. Tocaba de nuevo remar en busca del triunfo. Y el equipo, como durante toda la era Paco López, demostró que no entiende de golpes y sacó de centro pensando en el segundo gol que desatara la fiesta absoluta en el Ciutat.

Ese tanto no llegó en la primera parte, pero a la salida de los vestuarios nada cambió. El Sevilla estaba con miedo y superado en todo momento por un equipo que fue poco a poco ganando metros. Y en ese contexto un hombre se antoja esencial para entender el cuadro granota: José Luis Morales. El Comandate se dejó hasta la última gota de sudor sobre el terreno de juego y fue la imagen de todo el equipo, que no dejó de empujar. Primero con un balón ganado a la espalda del Sevilla que le colocó delante de David Soria. Su disparo, con la zurda y casi sin aire, se marchó fuera de la portería, pero Morales falló una vez y no dos. A la segunda, de nuevo sacando su punta de velocidad ganó a todos y batió por bajo al meta hispalense, que salió de la portería para ver cómo ese balón se marchaba al fondo de la red. El Comandante ya había cazado a Barral.

El gol provocó el éxtasis en un Ciutat que no daba crédito a una salvación de récord. De la locura llegó la ola en la grada y de ahí, una jugada que puso en pie a cada uno de los presentes. Giro de Bardhi, ruleta de Luna y fiesta. La de la salvación. Y es que, como dicen, Sevilla tiene un color especial: el de la permanencia.Ficha técnica interactiva: