Opinión

El “terrible” Colo-Colo

En tiempos de fútbol anárquico, el Colo se integró en la Federación Valenciana

Licencia de jugador del Colo Colo de la temporada 40/41

Licencia de jugador del Colo Colo de la temporada 40/41 / SD

Situémonos en 1927. A fin de rentabilizar la ingente inversión realizada en la compra, edificación y primera reforma de Mestalla, el Valencia exprime al máximo el uso de su coqueto estadio. Además del menú conformado por el Campeonato Regional y la fase previa de la Copa, la directiva de Facundo Pascual planifica sabrosos encuentros amistosos contra rivales extranjeros de nivel: Peñarol de Montevideo, UTE de Budapest, etcétera.

Uno de esos ilustres visitantes, el Colo-Colo, aterriza en Valencia en mayo como parte de una gira española atiborrada de partidos. Los chilenos juegan no solo en Mestalla, Les Corts o el Stadium Metropolitano, sino también en otros espacios aparentemente menos glamurosos como el Port de Sagunt, donde los de Valparaíso vencen con apuros al bravo Sporting de Canet.

El espectáculo de Mestalla resulta memorable, con dos marcadores abultados -3-4 y 3-1-, y el impacto que causa el conjunto chileno en la ciudad es tremendo. Tanto que a rebufo de la fascinación ocasionada por el juego de los americanos, un grupo de chavales que presencia, atónito, el espectáculo, decide rendir homenaje en Valencia al club americano. Encabezados por José Montesinos fundan, así, el Colo-Colo valentino, que se convertirá en un clásico del balompié amateur local hasta su desaparición, veinte años después.

El Club Deportivo Colo-Colo (más adelante, Ateneo Deportivo Colo-Colo), nacido en el corazón del muy futbolero barrio de Sagunto, tuvo su primera sede en la vía del mismo nombre, para pasar, tiempo después, a un local en la actual calle Pare Palau i Quer, junto a un brazo de la acequia de Mestalla. Jugaba sus encuentros en un campo propiedad de los Salesianos, quizá el mismo que había visto los progresos de estrellas como Montes o Marín. La prodigiosa memoria de Tere Ariza, hija de Enrique, mediocentro del equipo, y madre de David, actual entrenador del histórico CD Cuenca, permite recuperar algunos jugosos detalles: el equipo vestía de rojo, los jugadores cobraban cinco duros por victoria y salían al campo mientras su animosa hinchada coreaba un himno propio acompañado por la música de «Valencia» del maestro Padilla: «El Colo/ equipo de mucho entusiasmo/ que aún está por federar/Terribles/son estos once muchachos/que saben muy bien jugar...». 

En aquellos tiempos de fútbol anárquico, el Colo pasó algún tiempo sin legalizar su situación hasta que en 1929 se dio de alta en el Gobierno Civil, se integró en la Federación Valenciana y fue encuadrado en el campeonato de tercera categoría, en el que se ganó la fama de equipo «invencible». Llegó a contar con una numerosa legión de incondicionales, así como con una pequeña sección de atletismo, y algunos de sus mejores jugadores, como Almela, Llopis o Palomo, acabaron siendo fichados por el Gimnástico. En vísperas de la guerra quedó integrado en el grupo de adheridos. Y recién apagados los fuegos de la contienda acogería a un prometedor crío llamado Vicentín Peris Lozar, quien rompió con el Colo sus primeras botas de futbolista. 

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