Hacía tiempo que no se veía un Valencia así: sólido, compacto, intenso, ambicioso, estable, concluyente. Fueron 90 minutos muy completos, el triunfo que se necesitaba después de una serie de partidos donde el equipo se había caracterizado por ser un grupo de voluntades sin mucha voluntad. El conjunto de Unai Emery ofreció su mejor versión en el escenario más emblemático del fútbol español, ante el equipo de moda y frente al entrenador que todo el mundo quiere. El Valencia desencajó al Athletic de Marcelo Bielsa en San Mamés. El valor y el significado de la victoria es terrible. Los tres puntos conquistados cortan la progresión de un enemigo directo y afianzan la plaza liguera de los blanquinegros consolidando la distancia de seguridad que ha establecido con sus perseguidores. Fue un golpe de autoridad. En cuestión de sensaciones, el cambio fue notable.

El análisis del triunfo sería incompleto sin reconocer a Emery como uno de los personajes principales de la acción. El cuerpo técnico dio en el clavo, supo leer a la perfección el partido y dio con la fórmula para meterle mano al Athletic. Unai superó a Marcelo Bielsa en el duelo de estrategas. Su planteamiento fue toda una lección. El Valencia superó al Athletic con sus armas: Orden, hambre, técnica, concentración, desborde, movilidad, circulación, vértigo y presión. Este último concepto, marca registrada de la factoría Bielsa, fue el ingrediente que terminó por romper el marcador en favor de los blanquinegros. Emery asfixió a los rojiblancos estrangulando su salida de balón con insistencia y vigor, provocando el error, intentando recuperar el balón cuanto antes y sumando mucha gente en cada contragolpe. La maniobra táctica salió perfecta ante un enemigo que tiene prohibido dar un solo pelotazo.

El primer gol fue el mejor ejemplo. Con el Athletic ahogado, Mikel San José se vio obligado a ceder un balón atrás, el pase lo interceptó Soldado, que tras una buena maniobra libró a Iraizoz en el mano a mano y terminó marcando a placer. Fue un fallo buscado y bien trabajado por los jugadores del Valencia. La presión no sólo abrumó a los rojiblancos, sino que además generó un efecto multiplicador del esfuerzo, que sirvió para mejorar la colocación del equipo, tanto en defensa como en ataque. Todos colaboraron, todos trabajaron y todos estuvieron más atentos.

La victoria fue brillante en la forma y en el fondo. Unai diseñó su plan con buen gusto, eligiendo los jugadores para formar su once titular de acuerdo a una personalidad e identidad muy precisas. El Valencia decidió contrarrestar el fútbol con fútbol. El Athletic se encontró desbordado como nunca antes, frente a un Valencia que le discutió el control del balón y gobernó el encuentro desde la buena administración de las posesiones. El volumen de juego fue superior y mucho más concreto. Los tres goles de Soldado se explican gracias a esa mejora en la creación. Dani Parejo y Mehmet Topal mezclaron a la perfección en la sala de máquinas. El tiempo del partido lo llevaron ellos. Se jugó al ritmo que quiso el Valencia. La capacidad de resistencia del turco fue decisiva en la mejora del entramado defensivo y se mezcló la perfección con la capacidad para generar fútbol del mediocentro de Coslada. El funcionamiento de todas las líneas fue prácticamente perfecto. El Valencia fue un equipo bien dibujado. Fue un triunfo de enorme valor colectivo. Rami, Dealbert, Feghouli, Pablo Hernández, Jordi Alba… Es imposible quedarse con un único héroe porque las individuales brillaron a un nivel enorme.

La sombra de Llorente

La preparación del partido fue sobresaliente y refuerza la autoridad de Unai Emery. Quien no estuvo tan inspirado como acostumbra fue Marcelo Bielsa. El entrenador argentino no acertó en la manera de paliar las ausencias. La baja de Amorebieta por sanción le restó agresividad e intensidad defensiva. La falta de Llorente la resolvió todavía peor. El argentino decidió colocar como ´9´ a Susaeta, el extremo no anduvo fino como referencia. Además, con esa elección eliminó al jugador que más daño hace por banda. En el curso del choque Bielsa manejó otras variantes y en el descanso dio entrada a Ibai, pero ayer no le salió nada. Está claro que la ausencia de Llorente le resta presencia, recursos y capacidad intimidatoria al Athletic, pero parece más justo destacar los méritos de un Valencia que no permitió construir llegadas peligrosas a su rival, salvo en un corto tramo de la segunda mitad. Fue un partido perfecto. El punto de inflexión que debe marcar para bien la recta final.