Una vez más una decisión de los comisarios ha encendido la polémica. La sanción a sanciónVettel

Los defensores de las dos posturas dan sus razones. Por una parte, los que deciden, los comisarios, sancionaron a Vettel con el reglamento en la mano. Por otra, están los que dicen que esas decisiones desvirtúan el espíritu de la competición. A los primeros les ampara la normativa y la evidencia -de las imágenes de televisión y de las cámaras del circuito cerrado- de que Vettel, consciente o inconscientemente, cerró el hueco a Hamilton tras reincorporarse a la pista. Para los segundos manda el «Que les dejen correr». Las voces que abogan por esta postura son de autoridad: Mansell, Andretti... por citar a dos de los que se han jugado el tipo al volante de un Fórmula 1. Recordar viejas batallas como las de Arnoux y Villenueve en las que se iba rueda a rueda y no había penalizaciones de 5 segundos subraya la épica de la Fórmula 1. Aunque a nadie se le debe olvidar que eran tiempos en los que se enterraba a más de un piloto cada temporada.

Lo bien cierto es que en Canadá a Seb y a Lewis les dejaron correr. Y lo hicieron hasta que Sebastian cometió un tremendo error, fruto de la presión de Hamilton. Si hace dos semanas Lewis hubiera hecho lo mismo -sucumbir a la presión- habría acabado contra el guardarraíl de Mónaco. Punto.

Parece injusto que una simple maniobra que dura menos de un segundo tenga tan graves consecuencias. Pero de esto va este deporte: de fracciones de segundo.

Vettel se metió en un jardín y la lio. Pero Sebastian lleva ya un tiempo demostrando que es sensible a la presión: el accidente de Alemania del año pasado, el trompo en Baréin esta temporada o esta última excursión por la hierba en Canadá. Al alemán se le acaba el tiempo y siente como se le calienta la silla o el báquet, para ser más precisos. Desde dentro del equipo, Charles Leclerc le azuza. Desde fuera, sigue hablándose en algunos círculos de la vuelta de Fernando Alonso a las filas de la Scuderia. Difícil concentrarse así.

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