Entretenido partido el que nos depararon dos equipos en fase terminal, a los que todavía les alcanza para lanzar algún zarpazo de la calidad que un día tuvieron. Sorprendió, por novedosa, la ambición con la que el Valencia se lanzó al contragolpe, llegando, incluso, a dominar alguna fase del partido. Una versión diferente, la mejor seguramente de la temporada, que se vio grandemente favorecida por un rival tácticamente horroroso. Cuesta creer que una plantilla con las estrellas de las que dispone Koeman pueda dar una imagen más lamentable. Intentar explicar a lo que se supone que juegan los azulgranas es misión imposible. Abonaron el campo para que aparecieran los primeros brotes verdes de un Guedes estelar. El portugués fue el mejor del partido y solo la falta de futbolistas de calidad a su alrededor impidió que se volviera a casa con los tres puntos.

Aire fresco

Recordó, seamos optimistas, este Valencia a años mejores y viejos recitales en el Camp Nou. La diferencia, notable, es que esta vez tuvo enfrente a un espectro, porque lo que saltó al campo vestido de azulgrana desde luego no parecía ningún Barcelona. Dispuesto, al parecer, a reinventar el fútbol, parece que a Koeman no le interesa lo que pase en el centro del campo. Empeñado en experimentos tácticos que nadie entiende, parte al equipo en dos, los que atacan -que no defienden, como si esto fueran los ochenta- y los que defienden -que a veces también atacan, de modo que aquello es un cachondeo permanente-. En el cráter lunar que se forma en la zona ancha, con un Busquets en plan prejubilado, encontraron Racic y Soler los huecos que todavía no habían visto en lo que llevamos de temporada. Y desde ahí, con todo el tiempo del mundo para girarse, levantar la cabeza y buscar a Guedes, se armaron los muchos ataques que ayer contaron con el sello del portugués.

Errores que matan

En un balance objetivo, el empate bien podría ser justo. Pero cuesta olvidar que justo antes de los dos goles del Barcelona, primero Maxi, en un cabezazo diáfano de los que ni suele ni debería fallar, y luego Cheryshev, tras un pase de la muerte clamoroso de Guedes de los que el ruso casi siempre falla, pudieron haberle dado la puntilla a un Barcelona que parecía estar reclamando el gancho definitivo para caer al suelo y no levantarse. Tampoco hay que olvidar que Gayà comete un penalti -¿por qué saca a pasear las manitas?- completamente innecesario a un pusilánime Griezmann que ya había perdido el balón a manos de Doménech. Detalles que retratan a un Valencia que cabalga con lo justo, porque un buen Valencia ayer habría goleado escandalosamente al Barcelona.

Guedes

El desbarajuste defensivo azulgrana era tal que la mayoría de los ataques del Valencia se planteaban en uno contra uno. La cuestión era ver si era mejor el defensa o el delantero. Musah, por ejemplo, quedó de nuevo retratado. Apenas se vio nada de Blanco y sí alguna pincelada de Cheryshev. Pero el que no defraudó, por fin, fue Guedes. Le puso una autopista Koeman para que corriera y el portugués se lanzó en velocidad una y otra vez. Comparar su nivel de entusiasmo con el trote cochinero y depresivo de los Coutinho, Messi o Griezmann magnifica, si cabe, su actuación en el Camp Nou. Es cierto que le dieron todas las facilidades del mundo, pero otros también las tuvieron y no las supieron aprovechar.

Y si...

De todo lo que sucedió en Barcelona, quizás lo más importante sea la demostración de que hay calidad suficiente para abordar otras empresas. El empate no se consiguió fruto del milagro -San Sebastián-, o la suerte -Real Madrid-, fue el resultado de un intercambio de golpes sin profilácticos. Ante un Barcelona muy desmejorado y tácticamente desastroso, pero que no deja de ser el Barcelona. Habría que saber qué pasaría si ante el Sevilla el equipo diera un paso adelante y no se dejase, otra vez, zarandear. Vivir de rodillas es bastante desagradable, señor Gracia.