Después de proclamarse dos veces campeón de Bulgaria y disfrutar de unas modernas instalaciones de entrenamiento, el proyecto del Ludogorets cuenta con el atractivo suficiente para reclutar al gallego Dani Abalo o jugadores de prestigio en el fútbol búlgaro como Hristo Zlatinski. Sin embargo, no hace tanto pocos o ningún futbolista del país apostaba por el proyecto de la pequeña localidad de Razgrad.

Los grandes de Sofía, Lovech o Plovdiv tenían más gancho deportivo. Eso ‘obligó’ a Domuschiev a buscar el salto de calidad para su equipo fuera —eso explica los 17 extranjeros que hay en plantilla— y más concretamente en Brasil. Una nación cuyo raigón futbolístico encaja a la perfección con la idea del propietario, cuya ambición es jugar un buen fútbol capaz de divertir a la gente. Jugadores como Marcelinho, Choco o Juninho Quixadá son historia viva de la irrupción y los campeonatos conquistados por el club.

Razgrad tiene su propia colonia brasileña y su influencia se deja sentir. No es comparable con los once brasileños del Shakhtar Donetsk ucraniano, todos adquiridos a golpe de talonario. La comunidad del Ludogorets tiene una origen mucho más modestos, pero su identificación es plena. Al punto que —que la excepción de Caiçara— todos tienen la nacionalidad búlgara.