Uruguayo de nacimiento, vinculado desde niño a Manacor y felizmente acogido en Vila-real, Ramiro Guerra es la imagen del optimismo en estos momentos en el club. En su debut oficial con el primer equipo en Tel Aviv, pese a no poder conseguir el triunfo (0-0), cuajó un partido serio, impropio de un futbolista que con 20 años acaba de dar el salto al primer equipo tras la destitución de un técnico.

Su historia es singular puesto que por circunstancias nació en la capital uruguaya, Montevideo, mientras su padre jugaba a fútbol sala en España (Claudio Guerra llegó a disputar tres mundiales de la modalidad con la selección charrúa), aunque siendo muy pequeño ya se vino para España. Sus inicios, lejos de la estricta formación en futbol 8 que ahora siguen los niños desde categoría querubín, estuvieron prácticamente ligados en exclusiva al fútbol sala en Felanitx y San Francisco, el deporte de su progenitor, hasta que con doce años empezó a combinarlo con el fútbol. Fue entonces cuando el Real Mallorca, que por aquel entonces carecía de catgorías de fútbol 8, hizo un combinado de los chavales más destacados de la isla para comparecer en el torneo de Brunete de categoría alevín y ahí se puede decir que cambió su vida.

Tras exhibirse en aquel escaparate —venía de ser designado mejor jugador alevín de España en fútbol sala—, tres equipos fueron los que llamaron a su puerta: Valencia, Atlético de Madrid y Villarreal. El conjunto groguet fue el que se llevó el gato al agua después de ofrecerle un atractivo proyecto deportivo y educativo en su residencia, y también en parte debido a una decisión estrictamente social de sus padres: les daba miedo que estuviese sólo en una gran ciudad como València o Madrid y preferían una localidad menos masificada y un entorno más alejado de las grandes urbes.

Progresión imparable

A partir de ahí, Ramiro desembarcó en el infantil de primer año del Roda, conjunto filial del Villarreal, y su proyección desde entonces fue meteórica. Su presencia en las selecciones valencianas territoriales se convirtió en habitual e incluso en las categorías inferiores de la Selección Española. Poco a poco fue quemando etapas convirtiéndose en uno de los activos más importantes del vivero ´groguet´ y la pasada campaña ya estuvo en el filial, antesala del primer equipo. Fue entonces cuando se produjo una circunstancia que puede tener una importancia casi capital. Ramiro, tras haber debutado ya con el combinado Sub-20 de Uruguay, fue requerido para jugar el Sudamericano de la categoría y decidió declinar la invitación para disputar una competición que se juega a mediados de temporada con el objetivo de priorizar su progresión en la entidad amarilla. Ahora ha obtenido su premio... y esto sólo es el principio.

Esta temporada, desde el inicio, Ramiro estaba integrado en la dinámica de entrenamientos del primer equipo con Fran Escribá y tan solo bajaba al filial —con Calleja— a jugar los partidos. La lesión de Bruno Soriano, a quien todavía le falta algún tiempo para poder reaparecer, sin duda fue una noticia muy negativa para la entidad, pero primero hizo que Rodri dispusiese de más minutos y ahora ha contribuido a que Ramiro siga con su progresión, incluso por delante para Calleja de otros futbolistas a tenor de la decisión de darle la titularidad en Tel Aviv.

Tras el partido ya comentaba que ahora le gustaría tener más minutos. Tiene los pies en el suelo, pero tiene claro lo que quiere...