Fútbol | Copa de Rey

El Mallorca resiste y derriba todos los complejos para llegar a la final de Copa en los penaltis

El conjunto bermellón entierra los pronósticos en un partido de dominio alterno que se decidió desde los once metros

Greif paró un penalti a Brais Méndez en el partido y otro a Mikel Oyarzabal, autor del empate, en la tanda definitiva

Denís Iglesias

Hasta la vuelta de semifinales de la Copa del Rey, el último gol del Mallorca en Donosti a la Real Sociedad lo había marcado Ibagaza en 2007. La última victoria de los bermellones en Anoeta databa de 2003. Desde entonces acumulaba 12 derrotas consecutivas. Pero la estadística se hace añicos con la Copa, que no respeta la historia. De eso se encargaron los de Aguirre, que vencieron en la tanda de penaltis con Darder como héroe definitivo. Entre risas. Sin presión. El final más justo de un partido equilibrado que cualquiera de los dos equipos pudo llevarse y que dignifica una competición imprescindible para mantener al fútbol como un deporte popular y de masas.

Por el camino a los once metros se quedaron las vidas de los humanos que confían en sus equipos hasta el punto de reservar hotel y vuelo sin conocer el resultado. Previsión movida por la demencia, que siempre aparece en estos partidos. Se adelantó el Mallorca después de una mejor primera parte en la que la Brais Méndez falló un penalti. Se repuso el gallego con una asistencia al anhelado Mikel Oyarzabal. Javier Aguirre le ganó la partida a Imanol Alguacil en la segunda. Ajustó el vasco y la Real Sociedad se convirtió en una apisonadora. Resistió el Mallorca hasta la prórroga, que reequilibró el partido dando opciones a todos.

En un partido con todo en juego no hay muchos trucos de inicio que valgan. Se presumía un Mallorca en formación tortuga y así fue. Con 5-3-2, donde la parte atacante le correspondió a Larin y Abdón, uno de los hombres más 'coperos' de la historia. Esta férrea propuesta condicionó el dominio de la Real Sociedad. Imanol Alguacil confió en Zakharyan y André Silva para poner la pólvora. Oyarzabal, atento, esperaba una oportunidad en el banquillo sin estar totalmente recuperado. Aroma de Cid que terminó en una imagen fantasmagórica por su fallo en la tanda definitiva. El arma de los bermellones para la segunda parte era Muriqi.

Pena máxima para Brais Méndez

No tuvo fluidez el equipo donostiarra. Un avispero le perseguía en la salida de balón. Zubimendi salía con escolta en cada jugada. Kubo era el único agente que contaminaba la estructura defensiva del Mallorca. Le sacó una tarjeta a Copete en el 20 de juego que le condicionaba. La condición de local es maravillosa hasta que empiezan los partidos. O hasta que llega la media hora de juego y lo único que ha sido capaz de hacer tu equipo es un disparo lejano de Zakharyan.

Remiro miraba a todos los lados a la hora de iniciar el juego. Tanta concentración le hizo cometer un error que encendió la máquina de los murmullos. Imanol Alguacil se metía las manos en los bolsillos porque Aguirre le estaba ganando la partida. El único motivo que encontraba la Real Sociedad para jugar era con balones largos a Silva para generar segundas jugadas. Se entregaba a los argumentos del Mallorca, que se envalentonaba con la imaginación de Dani Rodríguez.

Cerca del descanso filtró un pase magnífico a Abdón Prats, incapaz de armar bien la pierna para poner en aprietos a un conjunto local agobiado por los marcajes individuales. El Mallorca minimizaba sus defectos y amplificaba los de la Real Sociedad. Hasta que Raíllo cometió un penalti por mano antes del intermedio. Amenazaba ser un golpe psicológico de los que marcan el desenlace de la eliminatoria. Se lo llevó el conjunto vasco, porque Brais Méndez, encargado de ejecutar la pena máxima en ausencia de Mikel Oyzarzabal, hizo grande a Greif, el portero de la Copa para Aguirre.

La navaja de Giovanni inauguró la cuenta

El gallego se quedó mirando al suelo después de una ejecución incomprensible. Donde había que dejarse el corazón puso una espinilla para desperdiciar una oportunidad única que la Real Sociedad no se había merecido en un primer tiempo en el que fue inferior. La acción pendular minaba la confianza de Brais Méndez y a cambio daba una ración de confianza el espigado meta eslovaco, que recompensaba la confianza de Aguirre. En lo anímico, el Mallorca vencía a los puntos. Era la presa inferior que había conseguido imponer el ritmo del baile en 45 minutos del encuentro decisivo. Intervino el técnico vasco. Dio entrada a Sheraldo Becker para deshacer el solidificado trío que formaban los tres centrales mallorquinistas.

Cuando quería espabilarse la Real Sociedad llegó el gol visitante. Asomó por la izquierda Jaume Costa, quien combinó a la perfección con Larin. Centro pasado al segundo palo, fallo grave en la marca de Javi Galán y remate limpio de Giovanni González. Celebración con rabia por todo lo alto. La cabeza privilegiada del lateral uruguayo apareció en defensa poco después, limpiando un remate que se presumía decisivo. El Mallorca cerraba la persiana y confiaba en vivir bajo el palo. Todavía con media hora por delante.

La Real Sociedad recuperó la salud

Demasiado tiempo contra una Real Sociedad a la que su afición sostenía. Pero Copete demostraba que con un pase podía poner a Larin en disposición de sentenciar. El Mallorca iba a esperar las suyas mientras los de Alguacil necesitaban generarlas. Hasta que llegó él: gol de Mikel Oyarzabal con una antinatural facilidad. Solo estaba para un lapso, decían. Suficiente. Brais Méndez se lamió las heridas con un pase teledirigido en la primera acción donde los bermellones perdieron su espalda. Aguirre tiró a la basura los cambios que ya tenía pensados.

Anoeta se caía hasta el punto de hacer retumbar las cámaras. El Mallorca, por primera vez, se sentía acorralado. La eliminatoria estaba en manos de la Real Sociedad. Oyarzabal había dado el golpe en la puerta, pero era Becker el que había dinamitado el encuentro. Su aceleración coincidía con la fatiga rival. Por mucho que se desgañitasen los entrenadores, esto ya era patrimonio de los jugadores. Después de todo lo vivido, a los bermellones les valía llegar a la prórroga. Y a ese territorio desconocido se fue el partido.

La prórroga reequilibro las fuerzas

Un duelo nuevo con situaciones dramáticas como la que protagonizó Samú Costa, quien hizo de Greif ante su disolución en el área. Salvó una doble ocasión inmensa de la Real Sociedad. En la línea, con el hombro. Gil Manzano cogió la frecuencia de todas las emisiones del VAR. Un milagro bermellón. Aunque los realistas dieron gracias poco después tras una salida furibunda de Remiro en la que dejó tumbado a Muriqi, quien tuvo que conformarse con la explicación del colegiado. Nada estaba tan claro como parecía en cada una de las partes. Los cambios le habían sentado bien al Mallorca.

A pesar de lo vivido y de que los penaltis pueden ser una muerte dulce, los dos contendientes no dejaron de atacar. La única forma de morir admisible a estas alturas era con las botas puestas. A Muriqi le pesaba la coleta. A Traoré le superaban las carreras. Todos se movían con el pánico a fallar que les persiguió hasta los once metros. Ahí, en el pelotón de fusilamiento, no había escapatoria. Los dos equipos afrontaron la muerte súbita de diferente manera. El Mallorca, entre risas. La Real, muy seria. Reflejo de lo que para cada uno supuso llegar hasta este punto. El que empieza suele ganar, pero Oyarzabal, héroe tantas veces, empezó fallando. No cometieron ningún error los visitantes, que acabaron ampliando su sonrisa. Es la cara que se te queda cuando tumbas a la historia.