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Efectos del calor en la salud

Todos los años recibimos el verano con entusiasmo. Esta estación se asocia al descanso, al tiempo libre y al ocio, la playa y la piscina, la familia y los amigos… y eso nos anima y nos pone de buen humor. Además, está científicamente comprobado que al aumentar las horas de luz solar a las que estamos expuestos, generamos más vitamina D, se estimulan ciertas zonas de nuestro cerebro y segregamos hormonas como la dopamina y la serotonina. En definitiva, verano y felicidad suelen ir de la mano. Sin embargo, no todo son alegrías. ¿Qué le pasa a nuestro organismo cuándo el sol aprieta demasiado y trae consigo temperaturas demasiado elevadas?

El cerebro y la salud cardiovascular

Los seres humanos somos homeotermos. Es decir, gracias a nuestro hipotálamo – región del cerebro que regula la temperatura - somos capaces de mantener una temperatura constante de unos 37ºC, independientemente de la temperatura ambiental. Pero cuando nuestro cuerpo alcanza temperaturas por encima de los 40ºC, “el hipotálamo deja de trabajar correctamente, se producen alteraciones en el control de la temperatura y nuestro cerebro se bloquea, comienza a funcionar de forma anómala, explica el Dr. Rafael Arroyo, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Universitario Ruber Juan Bravo.

Es entonces cuando podemos comenzar a notar “disfunciones en muchos de nuestros órganos: el cerebro pierde atención y concentración; los riñones, en un intento de conservar la temperatura, dejan de filtrar; aparecen trastornos del sueño, aumenta la irritabilidad y pueden agravarse los síntomas en casos de personas con problemas psicológicos y/o psiquiátricos o enfermedades neurodegenerativas, como la esclerosis múltiple”, enumera el especialista.

Además, “los efectos del calor en nuestro cuerpo tienen relación con la dilatación de los vasos sanguíneos y la deshidratación. Como consecuencia, se reduce la presión arterial y, por consiguiente, el volumen de sangre que llega a los órganos”, advierte la Dra. Asunción Gosálvez, jefa de Medicina Interna del Hospital Quirónsalud Torrevieja. Por este motivo, las personas pueden sufrir desde ligeros mareos, cansancio y calambres, hasta pérdida de conciencia o síncope. La forma de presentación más grave es el cuadro conocido como golpe de calor.



El golpe de calor


El golpe de calor

El golpe de calor aparece cuando el organismo pierde el control de la temperatura corporal provocando daño en las estructuras celulares y en el sistema termorregulador. Las señales del golpe de calor varían, pero pueden incluir piel enrojecida, caliente y seca (sin sudor), dolor de cabeza palpitante, mareo, náuseas, confusión, pérdida del conocimiento, palpitaciones (pulso rapido y fuerte), convulsiones, temperatura corporal extremadamente elevada (por encima de 39.5°C), inconsciencia… Entre las complicaciones que puede provocar se incluyen síndrome de distrés respiratorio del adulto, fallo renal, fallo hepático y coagulación intravascular diseminada.

Por tanto, estamos ante “una urgencia médica de pronóstico fatal si no se actúa rápida y adecuadamente, subraya la Dra. Gosálvez. ¿Cómo actuar? “Lo ideal es acudir al servicio de urgencia más cercano, pero mientras la ayuda sanitaria llega, debe colocarse al paciente en una zona con sombra, lo más fresca posible, situarle en posición acostada sobre el suelo y preferentemente de lado para que no degluta en caso de que vomite. No conviene darle de beber si el nivel de conciencia ha disminuido dado que hay riesgo de que el paciente aspire el agua al sistema respiratorio y presente tos y dificultad respiratoria”, responde.

El calor y la piel

Además, las altas temperaturas pueden afectar a otras partes sensibles de nuestro cuerpo, como la piel, los ojos y los pies. En relación a la piel, la Dra. Montserrat Salleras Redonnet, jefa del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario Sagrat Cor, explica que, en principio, “sudar es normal. El sudor es muy beneficioso para nuestra piel, la hidrata y, al contener lípidos, evita que se reseque, además de que nos libera del exceso de temperatura corporal. Pero cuando la transpiración es excesiva debido al calor, las sales y ácidos del sudor pueden irritar nuestra piel”. Las altas temperaturas en la piel ocasionarán, básicamente, erupciones como miliarias o sudaminas, eccemas irritativos o enfermedades más complejas, como la enfermedad de Grover, en la que se obstruyen las glándulas sudoríparas y causan vesículas y costras muy pruriginosas”, señala la especialista. Debemos caer en la cuenta de que “el cuidado de la piel no es un tema estético. Es una necesidad médica. La piel es el órgano más externo y el primero que recibe las agresiones externas”, destaca.



El calor y la piel


El calor y la salud ocular

El calor es un factor que puede alterar también la salud ocular. Como explica el Dr. Carlos Vergés, jefe del Servicio de Oftalmología del Hospital Universitari Dexeus de Barcelona, “las altas temperaturas provocan la rápida evaporación de la lágrima, ocasionando la sequedad de la superficie ocular y causando molestias, irritación de ojos, deterioro de la calidad visual... Además, para luchar contra las altas temperaturas, utilizamos ventiladores o aires acondicionados, que cambian la temperatura bruscamente entre interior y exterior de los recintos, provocan un descenso en la humedad y resecan el ambiente, lo cual acelera también la evaporación de la película lagrimal y contribuye a la aparición de ojo seco. En épocas estivales, con el calor y el sol, también debemos proteger nuestros ojos para evitar infecciones como la conjuntivitis o inflamaciones de la córnea como la queratitis.

Nuestros pies en verano

Y no podemos concluir sin hablar de “los grandes olvidados”, los pies. Como observa Juan Carlos Carrera Merino, jefe de la Unidad de Podología del Hospital Quirónsalud Málaga, “nuestros pies tienen una gran capacidad de resistencia y adaptación; es por ello que normalmente nos limitamos a lavarlos con la ducha general diaria, introducirlos en nuestros zapatos y adelante con el día”. Pero lo cierto es que todo el año, y en especial el verano -cuando el calor produce dilatación de partes blandas-, deberíamos cuidarlos e ir más allá del aspecto meramente estético, para no sufrir problemas mayores. El doctor incide en la importancia de “mantener el pie limpio y seco” y de emplear calzado adecuado: “que se adapte bien, sin apretar pero que sujete adecuadamente. El contrafuerte (parte trasera del talón) y el cambrillón (parte media de la suela) han de ser consistentes. El resto flexible, pero no torsionable. E, importantísimo, que no sea completamente plano”, describe. Así, se evitarían, por ejemplo, talalgias o dolores en el talón, dolores del pie medio como fascitis o miositis, etc. Además, también llama la atención sobre “la transpirabilidad” del calzado, pues cuando esta no es buena, favorece la aparición de infecciones fúngicas, como el pie de atleta, víricas o bacterianas.



Nuestros pies en verano


Los más vulnerables frente al calor

Por supuesto, no todas las personas tienen el mismo riesgo de sufrir los efectos nocivos del calor mencionados y en términos generales los profesionales consultados coinciden en señalar como grupos más vulnerables a las personas de edad avanzada, niños (sobre todo por debajo de los tres años), personas con sobrepeso y obesidad y pacientes con enfermedades crónicas, (principalmente cardiovasculares, neurológicas, respiratorias, renales, diabetes, trastornos mentales…) y bajo determinados tratamientos médicos (como neurolépticos, antidepresivos, antiparkinsonianos, broncodilatadores, antiinflamatorios no esteroideos, sulfamidas, aminoglucósidos, diuréticos, antihipertensivos, antianginosos, antiarrítmicos, antiepilépticos, etc). Igualmente, deben tomar precauciones aquellas personas que lleven cabo actividad física o laboral exponiéndose a temperaturas elevadas.

En el caso específico de la salud ocular, las personas más sensibles a las altas temperaturas son las que ya padecen la enfermedad de ojo seco, ya que se puede agravar los síntomas e incluso aparecer fenómenos de queratitis (ulceras corneales). Y al tratarse de los pies, especial mención tienen las personas con hiperhidrosis (sudoración excesiva), que padecen diabetes o que presenten deformidades osteoarticulares (juanetes, dedos en garra, mazo…).





Para conocer más a fondo como el calor afecta a nuestro cerebro, salud cardiovascular, salud ocular, piel y pies, así como lo que podemos hacer para cuidarnos este verano, puedes consultar las entrevistas a los distintos especialistas que prestan sus servicios en los hospitales del grupo Quirónsalud.

El calor y el cerebro

Hablamos con el Dr. Rafael Arroyo, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Universitario Ruber Juan Bravo



Calor y salud cardiovascular

Hablamos con la Dra. Asunción María Gonzálvez Gasch, jefa de Medicina Interna del Hospital Quirónsalud Torrevieja



Calor y piel

Hablamos con la Dra. Montserrat Salleras Redonnet, jefa del servicio de dermatología del Hospital Universitario Sagrat Cor



Calor y salud ocular

Hablamos con el Dr. Carlos Vergés, jefe del Servicio de Oftalmología del Hospital Universitari Dexeus de Barcelona



Calor y pies

Hablamos con Juan Carlos Carrera Merino, jefe de la Unidad de Podología del Hospital Quirónsalud Málaga