Aunque unos cuantos cafres intentaron estropearlo en la grada, Alcoi fue una fiesta con la visita del Valencia CF. A lo que va el fútbol, y salvando los partidos de Mestalla, cada vez será más fácil ver en directo un partido del Valencia en China o Estados Unidos que por aquí cerca, en Alzira, Xàtiva u Ontinyent. Una fiesta para el aficionado y, de paso, un partido que al equipo de Marcelino le ha venido muy bien para sacudirse la sobredosis de presión que tiene encima ante la inminente llegada de la Champions. Ganar, sea contra quien sea, es ganar. El mejor antidepresivo. Hacer gol para un delantero significa confianza y autoestima, lo que se traduce en más goles. Ya se sabe, rachas. Pocos años atrás, con Emery, al Valencia se le vino encima una eliminatoria de la Copa ante el Logroñés que parecía poco menos que una final, los resultados no llegaban, el equipo estaba muy bajo de moral y con un mal partido en Las Gaunas aquello olía a chamusquina. Pero no, Aduriz hizo dos goles esa noche, el Valencia ganaba precisamente 0-3 y desde ese día empezó a remontar.

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