Gustavo Reggi y Juan Luis mora rememoran el ascenso que marcó una época

El gato volvió a subir a la palmera 40 años después

Un equipo diseñado para regresar a la élite, de una vez por todas, logró en Chapín el sueño del club con Manolo Preciado como referente 

València festejó un ascenso que le devolvió la alegría al bando levantinista de la ciudad.

València festejó un ascenso que le devolvió la alegría al bando levantinista de la ciudad. / EFE

Rafa Esteve

Rafa Esteve

El presente del Levante, digno de reconocimiento tras un siglo XX de penuria, es imposible de entender sin un ascenso que cambió radicalmente el devenir del club levantinista. La rebelión a cuatro décadas inmersos en el barro, pero sobre todo, el golpe encima de la mesa para volver a competir contra los mejores, gracias a un equipo que no solo destacó por su talento sobre el verde, sino también por su calidad humana que fue capitaneada por el líder del ascenso de 2004: Manolo Preciado. «Manolo intentó hacer un grupo humano y después un equipo. Consiguió las dos cosas», confesó Juan Luis Mora, guardameta de aquel Levante, de la misma manera que reconoció la obsesión que sobrevoló Orriols por volver a Primera División. «Fue un ascenso bastante buscado. Lo más importante fue ver disfrutar a la gente. Manolo nos prohibió la palabra ascenso. No la quería oír. Sin decirlo, la mentalidad era la de volver a Primera. A nivel deportivo y humano se formó un grupo que pocas veces en mi vida he tenido». 

El estadio de Chapín le dio al Levante el beneplácito de conseguir su sueño tras una temporada dura y exigente. Gustavo Reggi, delantero del momento en el Ciutat, nunca olvidará un año donde, tal y como sucede en la actualidad, la plantilla fue consciente de lo que significaba volver a la élite. «Fue una temporada larga, dura por pelear el puesto permanentemente con jugadores de mucha calidad. Se había armado una plantilla numerosa y de calidad. El día a día era duro, había que estar al cien por cien para jugar desde donde sea. Había presión por no haber militado en Primera División en los últimos cuarenta años. Éramos conscientes de eso», dijo.

El banquillo festeja el ascenso tras el pitido final.

El banquillo festeja el ascenso tras el pitido final. / IGNACIO HERNÁNDEZ

Sin embargo, aquella inolvidable tarde del 5 de junio de 2004 perdura en el ideal levantinista, pero el camino hacia la consecución del objetivo costó más de lo deseado. Un penalti en contra a favor del Xerez torció las cosas en exceso. Sin embargo, la mentalidad del equipo, y la confianza en el de al lado, marcaron diferencias. «Rizamos el rizo con un penalti en contra. Cuando veo que lo paro, pero el rechace le cae a Canito y mete gol, sabíamos que, pese a las adversidades, confiábamos en todos. Nos íbamos a ayudar. Era cuestión de tiempo que llegasen los goles. Pero el tiempo no pasaba cuando nos pusimos por delante», aseguró el meta.

Rivera marcó el tanto de la victoria, pero en la memoria de los granotas aún habita el gol de Reggi, que supuso el empate, por cómo trazó sobre el verde una auténtica obra de arte que, 19 años después, recuerda al milímetro. «Recuerdo el gol como si fuera ayer. Recibí un pase muy preciso de Tito, rompiendo líneas, controlé el balón en el borde del área, sabiendo que tenía detrás a los defensores, y tuve la suerte de que cuando hago el control, el balón se levanta un poco para, sin mirar, pegarle con el empeine por encima del arquero. Son decisiones rápidas que tenemos que tomar los delanteros. Fue un lindo gol. Una sensación de alegría porque entrábamos en el partido».

Reggi celebra su gol ante el Xerez.

Reggi celebra su gol ante el Xerez. / IGNACIO HERNÁNDEZ

El pitido final, de hecho, supuso un cúmulo de sueños cumplidos. «Haber ascendido con el Levante significó mucho. Cuando decidí ir a España, primero en Las Palmas y después en el Levante, mi objetivo fue jugar en Primera División. Cumplí un objetivo personal», dijo Gustavo Reggi, a lo que Juan Luis Mora añadió. «El final del partido fue una explosión de emociones. Hicimos historia. Pero no eres consciente de lo que has conseguido hasta que vas a València y ves cómo la gente disfruta. Es increíble. A día de hoy, veo imágenes y se me ponen los pelos de punta».

El artífice principal, acompañado de su cuerpo técnico, fue un Manolo Preciado que, más allá del legado que instaló en su año en el banquillo del Ciutat de València, dejó la espina clavada en el levantinismo al no renovar su contrato. Sin embargo, su huella es imborrable. «Lo de Manolo nos pilló por sorpresa. Todos queríamos que siguiera. También la afición. Fue una lástima porque podríamos haber arrancado la ilusión de Primera División todos juntos», dijo Reggi, mientras que Mora recordó a un entrenador que, sin duda, es historia en el levantinismo. «Manolo Preciado era una persona normal, muy difícil de encontrar en el mundo del fútbol. Respondía en lo bueno y en lo malo. Estaba siempre el primero en todo. El que llevaba la barca era Manolo, pero arropado por un grandísimo grupo humano que él había fomentado». 19 años después, y en medio de una semana donde las emociones están a flor de piel, el ascenso de Chapín sigue siendo una referencia en Orriols. 

El bus de celebración del ascenso.

El bus de celebración del ascenso. / EFE