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Apenas hubo que esperar un año para volver

El 17 de junio de 2006 será un día que jamás olvidará.

Su gol, el solitario 0-1 en Lleida, valió un ascenso para el Levante. El gol de Riga es parte de la historia del equipo levantinista. 

Apenas hubo que esperar un año para volverSD

El levantinismo ya sabe lo que es darse una alegría inmensa y ascender a Primera un 17 de junio. Lo hizo en 2006 en Lleida, cuando se aupó a la máxima categoría por tercera vez en su historia. El sueño del regreso a la élite cuatro décadas después apenas había durado una temporada y la afición merecía saborearlo un poco más.

Inicialmente el elegido para el reto era José Luis Oltra, pero tras una montaña rusa de buenos y malos partidos fue destituido en la jornada 10 y la responsabilidad recayó sobre José Manuel Esnal, más conocido como Mané. El preparador vasco ya había dirigido al Levante en la temporada 96/97 y llevaba más de dos años inactivo tras su larga y prolífica etapa en el Deportivo Alavés.

No es el Levante más vistoso del que ha disfrutado el Ciutat, pero era un equipo efectivo y muy difícil de superar: apenas hincó la rodilla en ocho ocasiones, cinco en las 32 jornadas con el técnico vizcaíno. La reacción fue inmediata y el apabullante 6-0 al Ciudad de Murcia consolidó definitivamente al equipo entre los candidatos a ascender a la máxima categoría.

El invierno fue largo y plagado de empates. En abril la distancia con el ascenso llegó a ser de cuatro puntos, pero un fabuloso final de temporada revertió la situación: seis victorias en siete partidos colocaron al equipo tercero y, tras los empates ante Eibar y Lorca, el equipo de Mané llegaba a Lleida dependiendo de sí mismo. Con Recreativo y Nàstic ya en Primera servía el empate ante un equipo ya descendido para hacerse con la tercera plaza de ascenso a la máxima categoría del fútbol español.

Espoleado por unos 5.000 aficionados desplazados a la ciudad catalana, el equipo salió con todo al Camp d’Esports. Fue de justicia poética que el gol del ascenso lo fabricaran los dos máximos responsables del ataque granota: el irlandés Ian Harte, un fabuloso lanzador de faltas y penaltis que hizo nueve tantos, colgó una falta lateral y Mustapha Riga castigó el fallo en el despeje con su undécima y última diana del curso. Se adelantaba el Levante al filo del descanso y no pudo abrir más brecha, pero no importó: el 0-1 le dio el merecido premio del ascenso. La celebración en una Lleida tomada por granotas se trasladó al césped con una mítica invasión de campo y también a las calles ilerdenses y valencianas. El mítico ‘Som, som, som de Primera Divisió volvió a resonar.

No hubo que esperar otras cuatro décadas, sino que por primera vez el club fue capaz de recuperar la máxima categoría la temporada posterior a perderla. El levantinismo quería y merecía más y los jugadores fueron capaces de gestionar la presión y poner otra piedra. El ascenso de 2006 no suele ser el más recordado, pues compite con otros que están cargados de mística y romanticismo, pero fue fundamental para asentar al club entre los grandes del fútbol español.

Lo mucho que había costado volver a Primera no era para un hola y adiós, sino para dejar de ser ese patito feo que vagó durante décadas por el barro y aspirar a convertirse en lo que es hoy el Levante UD. Las paradas de Pablo Cavallero, la firmeza de los Alexis, Culebras o Jesule, la sociedad de Carmelo y Diego Camacho en la medular, la explosividad de Félix Ettien, los dos protagonistas del gol de Lleida y, por supuesto, el bigote de Mané, quedan para siempre en el recuerdo.

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